jueves, 16 de enero de 2020

CULTURA PERUANA.

CABALLITOS DE TOTORA - PERÚ

            Tradicionalmente, el origen del arte de surcar olas se les atribuye a los antiguos miembros de la realeza hawaiana, quienes corrían olas sobre tablas de madera construidas por ellos mismos con materiales oriundos de esa isla. Por eso se reconoce al arte de surcar olas como "el deporte de los reyes", y la mayor parte de su historia contemporánea, con frecuencia basada en los estudios hechos en el Bishop Museum de Hawái, acostumbran a ubicar su origen en las azules aguas de Oahu y sus islas aledañas. Sin embargo, desde hace algunas décadas, los avances en el campo de la arqueología precolombina han revolucionado la teoría tradicional del origen del arte de surcar olas. Gracias al estudio de las culturas de la costa del Perú, tan altamente desarrolladas, como llegaron a ser las antiguas civilizaciones egipcias, se han encontrado evidencias que demuestran que estos hombres aprendieron a correr olas hace miles de años. Tal es el caso del reciente descubrimiento de las ruinas de Caral, cuya antigüedad se remonta justamente a cinco mil años en el pasado.




        Existen dos culturas, la Mochica y Chimú, descubiertas gracias a la evidencia de enormes ruinas o complejos arqueológicos, a través de los cuales, los ojos del mundo se han vuelto para mirar con sorpresa a estas avanzadas civilizaciones. Los vestigios de estas culturas nos muestran una gran influencia marina, en un grado altamente superior al de cualquier otra civilización contemporánea. En su iconografía, como puede apreciarse en los restos hallados en la huaca Cao Viejo, en el complejo arqueológico El Brujo, abundan las representaciones de interminables secuencias de olas que, como indican los arqueólogos, representaban el movimiento, la fuerza y el poder del mar como fuente de vida (Cristóbal Campana: Historia de una Deidad Mochica; 1997).Cinco mil años en el pasado.
El desarrollo económico y social de las culturas Mochica y Chimú, estuvo ligado a la pesca: convirtieron el océano Pacífico en una de las más grandes pesquerías del mundo. Durante esa época, el pescado fue la principal fuente de proteínas en la dieta de los 100,000 habitantes de la ciudad de Chan Chan. Los habitantes Mochica y Chimú idearon sus propias formas para el arte, la organización social, y en la construcción de grandes ciudades y complejos piramidales. En toda la creación artística de los Mochicas, e incluso más, en la de los Chimú, aparecen dos símbolos fuertemente asociados con las divinidades: el arco iris y las olas.


       Cuando los antiguos pobladores de Chan Chan distinguían los colores del arco iris brillando entre las nubes encima de los Andes, sabían que faltaba poco tiempo para que las lluvias empezaran a llenar los elaborados canales de irrigación con que alimentaban sus cultivos, por lo cual, el arco iris era un símbolo de la fertilidad. Y las olas, en su magnífico arte, simbolizaban el poder: el eterno e incomparable poder que controlaba su universo. Como resultado, en los tejidos y obras de arte que representan deidades o situaciones sobrenaturales, aparece un borde de olas alrededor del diseño. La interpretación es que los antiguos yungas percibían, que el verdadero poder sobre sus vidas, estaba en manos de las olas.
Estas culturas Mochica y Chimú, enfrentaron el reto de vivir a orillas de una marea poderosa, expuesta a crecidas durante varios meses cada año. Basta con imaginar las infinitas series de olas de Chicama, para recordar que una de las mejores olas del mundo para el deporte de la tabla está ubicada al sur de las excavaciones de Lambayeque, donde una de las tumbas más fastuosas y ricas de América (la del Señor de Sipán) fue descubierta hace pocos años. Los primeros hombres que experimentaron el placer de surcar olas, fueron pescadores que tenían que enfrentarse a la fuerza de las mismas para conseguir su alimento. La valentía necesaria, dio lugar a un ritual de paso, similar a otros rituales de guerreros o de lucha en la historia.




     Un rito Mochica y Chimú consistía en que un hombre, sobre una balsa de totora, debía encontrar y llevar a la playa el huevo de un ave marina, para utilizarlo en la ceremonia en que sería nombrado “hombre-ave del mar” (Antonio Raimondi: Notas de Viaje; 1942). Esto nos recuerda a los motivos de hombre-ave y huevo encontrados en el arte religioso de la Isla de Pascua. A partir de aquí surgen las especulaciones que llevan a la hipótesis de que la fuente y verdadero origen de los ceremoniales de “hombre-ave”, celebrados con variantes a lo largo de las culturas polinesias y las sociedades hawaianas, está en el Perú preincaico. Asimismo, el acto de probar la virilidad mediante una hazaña de distancia y supervivencia, es un ritual que tiene representaciones similares en la cultura hawaiana. Incluso cuando se toma en cuenta que el arte de surcar olas empezó a practicarse dentro de las ceremonias religiosas.
En ningún otro lugar de América pueden encontrarse pruebas de un desarrollo social tan vinculado al mar como el que establecieron los pobladores de Chan Chan. Un mar poderoso que les enviaba oleajes durante la mayor parte del año. Las condiciones presentan una ecuación interesante: cien mil personas a quienes alimentar, entonces dadas las circunstancias, los pescadores de Chan Chan se ganaban la vida en el mar y utilizaban las largas rompientes para empujar sus balsas hacia la orilla, donde negociaban los frutos de su trabajo. Es por ello que las paredes de la ciudad de Chan Chan están cubiertas con diseños y frisos en altorrelieve que representan escenas de pesca, series de olas, aves marinas, redes, deidades del mar y espíritus. En el Corredor de los Peces y las Aves, se ven representados los grandes oleajes, junto con la corriente peruana o de Humboldt, llena de peces, a medida que su ubicación varía a lo largo del año.


Origen de las balsas de juncos
     Nuestra fuente principal en este asunto, es la exhaustiva y monumental Historia Marítima del Perú, editada por el Instituto de Estudios Histórico Marítimos del Perú. De la mano de historiadores de la talla de Hermann Buse De La Guerra y de José Antonio Del Busto Duthurburu, exploramos la prehistoria de la navegación peruana desde sus orígenes, confirmando con gran regocijo durante su lectura, que el tup jugó un papel trascendental en nuestra historia marítima.
Ahora bien, en cuanto a la antigüedad del caballito o tup, son muchos los investigadores que exponen diversas teorías. Así por ejemplo, tenemos el caso de Salvador Canals Frau, quien señala que: “la balsa… que se fabrica atando varios haces de juncos o de tallos de totora es paleolítica”, lo cual situaría la aparición del tup a la era de la edad de piedra (Salvador Canals Frau: Las Civilizaciones Prehispánicas en América; 1955). Por otro lado, Hermann Buse afirma: “en el mundo, la balsa de totora -mejor; la balsa de haces- es antiquísima. Aparece ya en los albores de la civilización y, fuera de duda, está en los comienzos mismos de la navegación. Es probable que sólo fuera antecedida por el simple tronco desbastado del que se valió la primera criatura audaz para entrar en las aguas profundas de un río o de un lago para llevar algo o recoger algo en la otra orilla". Estas afirmaciones, claro está, se refieren a las balsas de juncos de cuya existencia se han hallado testimonios en diversos lugares alrededor del globo, como en los lagos mexicanos de Chapala y Tlaxcala, en el valle del Nilo, en Asiria y en las orillas de los ríos mesopotámicos. Asimismo, la balsa de juncos fue común a infinidad de pueblos de Asia, Australia, Tasmania e islas de Oceanía, sin excluir de este conjunto a la Isla de Pascua, donde los nativos usaban unos atados de paja que, técnica y formalmente, en nada se diferenciaban de los caballitos de totora que vemos aún hoy en la playa de Huanchaco.




Antigüedad de la balsilla de totora.

    La antigüedad y la difusión exacta del caballito de totora o tup, es aún un tema no resuelto por los científicos. Revisando las investigaciones del historiador peruano Hermann Buse De La Guerra, observamos que el problema de la antigüedad de las balsas de totora en el Perú fue en gran parte aclarado. Dice Buse: "reconocido su apogeo, por el testimonio incontestable de la cerámica, en la edad Mochica -primeros siglos de la era cristiana-, inquietaba vivamente a los arqueólogos saber cuándo, en realidad, empezaba su uso, si con los Mochicas o antes de ellos, y si esto último, en qué siglo o milenio de la lejanía prehistórica” (Hermann Buse De La Guerra: Perú 10,000 años; 1962).
Los fundamentales trabajos de Bird en Huaca Prieta, en los años 1946 y 1947 que dieron por resultado el descubrimiento de la era precerámica, arrojaron clara luz sobre el problema y permitieron desde ese momento creer que: “el hombre de hace cuatro mil años conocía y usaba la balsa para pescar no lejos de la playa”. Así, abundantes evidencias arqueológicas atestiguan su utilización en tiempos muy lejanos, y el hallazgo de redes y flotadores en la citada Huaca Prieta, del valle de Chicama, en un estrato probadamente precerámico, de cuatro mil años, indica que los hombres de entonces: “practicaban un tipo de pesca en el mar que requería del auxilio de una embarcación”. Esa embarcación no podía ser otra que la balsa de haces de totora. Su ubicación está arqueológicamente probada (por el método del radiocarbono, en el estado actual de nuestros conocimientos) en las finales del tercer milenio antes de Cristo, en la Costa Norte, departamento de La Libertad.
Todas estas afirmaciones necesitan, sin embargo, el sustento arqueológico para poder determinar la antigüedad exacta del tup. Lo cual nos lleva a los descubrimientos de Rafael Larco Hoyle según los cuales: "la más antigua representación del uso del caballito de totora en la cerámica, con valor de documento irrefutable, la proporciona la cerámica Virú, de la época llamada Evolutiva y que corresponde al Formativo de otros esquemas". Dice Larco textualmente: "el caballito de totora... se encuentra en la cerámica Virú, lo que demuestra que entonces lo emplearon ya" (Rafael Larco Hoyle: Archaeologia Mundi. Perú; Génova, 1966). Si tomamos en cuenta que la cultura Virú se desarrolló, estrechamente vinculada al mar, en el primer milenio antes de Cristo, y sus representaciones en terracota del tup corresponden a los años 800-600 antes de nuestra era, podemos concluir como Buse que: "del caballito de totora, como el que aún emplean para sus faenas los pescadores de Huanchaco y en las playas de Lambayeque, poseemos representaciones alfareras de extraordinario valor que ubican su existencia hace, aproximadamente, tres mil años".



    Llegados a este punto, los testimonios publicados en el libro, Perú 10,000 años, de Hermann Buse De La Guerra, son abundantes. Cercana a esta sorprendente cronología es la que insinúa Bird: "vasos Gallinazo, de hace 2,200 años, muestran también caballitos iguales a los que siguen en uso en la Costa Norte, el testimonio alfarero indica, igualmente, que éstas embarcaciones de pesca eran tripuladas indistintamente por uno o dos hombres" (Junius Bird: Art and Life in Old Perú; 1962). Y Kosok: "los diseños de los huacos de la época temprana de la cultura Mochica muestran embarcaciones similares a los caballitos de totora actuales, lo cual da la pauta para señalar la antigüedad de su origen..." (Paul Kosok: Life, Land and Water in Ancient Perú; 1965).
Hermann Buse también afirma que: "el caballito en nuestros días es indispensable cuando hay braveza, y todavía se le usa, aunque poco a poco es desplazado por los botes de diseño moderno, en algunas tareas cercanas a las playas, como la colocación del chinchorro y la revisión de las trampas para el cangrejo y la langosta. Con sus tres mil años de historia (o cuatro mil a base de indicios existentes) y siendo un directo descendiente de las primitivas embarcaciones precerámicas de totora es, de todos los elementos de la cultura aborigen aún vigentes, uno de los más antiguos y, por consiguiente, de más rancia y conservadora prosapia, un caso único de aferramiento a la tradición” (Hermann Buse De La Guerra: Historia Marítima del Perú, Tomo II, Vol 2; 1977).
Las investigaciones del arqueólogo peruano Gabriel Prieto Burmester, quien estudia una antigua aldea de pescadores en el sitio arqueológico Pampas de Gramalote desde el año 2010, que esta ubicado en el distrito de Huanchaco, le permitieron hallar la evidencia más antigua. Se desenterró allí una miniatura de un caballito de totora que sirvió para hacer una ofrenda. Esos estudios modernos nos confirman que el tup se utilizó en el Antiguo Perú desde hace 3,500 años. “Aunque se presume que el caballito de totora tiene un uso de 4,000 ó 5,000 años, hoy al menos sabemos científicamente que hace 3,500 años existió” comentó el arqueólogo Dan Sandweiss de la Universidad de Maine, Estados Unidos, al enterarse del hallazgo (El Comercio; 3 de agosto del 2014).



        Pero si estas investigaciones aún fueran poco para los indiferentes. Los nuevos hallazgos en la capital de la civilización más antigua de América, Caral (3,000 A.C.) y también en Áspero, Bandurria, Vichama y otros sitios arqueológicos actualmente en estudio, nos confirman que los pescadores de esa antigua civilización con 5,000 años de antigüedad, también empleaban los juncos de totora para confeccionar sus casas y sus embarcaciones, siendo la pesca una actividad económica primordial para esos pobladores yungas, para realizar trueque con las comunidades de la sierra y selva. Tomando en cuenta entonces las antiguas y las recientes investigaciones de las diversas culturas de la costa peruana, nos atrevemos a proponer en este ensayo, que el caballito de totora o tup, se ha utilizado en la costa del Antiguo Perú desde hace cinco mil años (y quizás es más antiguo). Por lo tanto, el arte de surcar olas conserva esa misma antigüedad.

El Festival del Mar en Huanchaco.

        El Festival del Mar, organizado en Huanchaco, un antiguo puerto pesquero con unos diez mil pobladores a unos 560 kilómetros al norte de Lima, fue un evento único y crucial en la historia del deporte de la tabla peruano. Fue la oportunidad que empezó a difundir en todo el planeta nuestra milenaria tradición de surcar las olas. Huanchaco es el más grande de los antiguos pueblos costeños del norte, en donde aún se puede observar a los milenarios pescadores yungas introduciéndose en el mar a bordo de los caballitos de totora. Ellos siguen sobreviviendo con las mismas técnicas de pesca y de construcción de balsas heredadas de sus antepasados, en las mismas aguas que alguna vez abastecieron de alimento a los cien mil habitantes de la antigua urbe de Chan Chan.
En 1987 Felipe Pomar era el presidente de la Federación Peruana de Tabla y viaja a Huanchaco, para conocer la zona y observar los caballitos de totora. Al presenciar a los pescadores en el mar quedó sorprendido, los caballitos habían sido diseñados para atravesar la rompiente y luego salir a la orilla corriendo olas. En ese viaje conoció al tablista trujillano Bernardo Alva, quien le informó de los avances, con relleno de material de construcción y tierra, con el fin de hacer un desarrollo urbano invadiendo las pozas donde se cultiva la totora, para desaparecer ese conjunto de valiosos totorales que utiliza la comunidad de pescadores y que están ubicados muy cercanos a la costa.
Luego de algunas conversaciones, decidieron juntos hacer un festival deportivo y cultural para dar a conocer el peligro que significaba para el balneario de Huanchaco la pérdida de la fuente de la materia prima que sirve para la construcción del tup. Bernardo se encargó de la organización del evento, Felipe de la promoción y la convocatoria de destacados tablistas extranjeros y peruanos para que respalden el proyecto. En ese mismo año, Felipe Pomar viaja a California y visita la oficina de la revista Surfer llevando en sus manos una réplica pequeña de un caballito de totora. Les explica a sus editores la importancia de publicar un reportaje sobre Huanchaco y su tradición milenaria. Hábilmente logró convencerlos. El artículo se publicó en la edición de abril de 1988, anunciándose al mundo internacional del surfing, los valiosos objetivos del Festival del Mar.

Huanchaco-Perú
        El primer Festival del Mar se realizó exitosamente en mayo de 1988. Hubo una segunda edición en 1990 y una tercera en 1992. Tuvo una lista impresionante de personalidades que fueron invitados; desde científicos notables como Thor Heyerdahl y Walter Alva, ambientalistas como Glenn Henning, hasta tablistas famosos como Mark Foo, Bobby Owens, Todd Holland, Richard Schmidt y Ronnie Burns. Posteriormente Bernardo con el mismo fin de preservar la valiosa plantación de totora, organizó el evento Pescadores de Olas en Huanchaco el 2007, 2008 y 2009. El escritor Matt Warshaw fue invitado por Felipe Pomar para que conozca Huanchaco y asistió al evento del año 2007. Matt publicó la milenaria tradición de surcar las olas que existe en Huanchaco en su libro The History of Surfing, publicado en el año 2010.
Es relevante agregar que en 1977, en el anuario Tabla Perú que publicó la Comisión Nacional de Tabla (CONTA), Fortunato Quesada Lagarrigue escribe un artículo en donde expuso que uno de los objetivos de dicha comisión era reconquistar el nivel internacional que tuvo la tabla peruana en los años sesenta: “por tener un campeón mundial y por ser una actividad oriunda del Perú”. El presidente de la CONTA era Luis Anavitarte Condemarín, quien en 1978 organiza el campeonato universitario de tabla, cuyo afiche, por idea de su secretario Fortunato, fue ilustrado con un caballito de totora.
Veinte años después, en el año 1998 el Perú expone en la asamblea anual de la International Surfing Association (ISA) que el caballito de totora o tup, es el elemento de surcar olas más antiguo de la historia universal. El ensayo fue preparado por Adolfo Valderrama Bielich y fue expuesto en Portugal, en el mes de noviembre, por Ricardo Kaufman Torres. Diez años después, gracias a la gestión realizada por Felipe Pomar Rospigliosi y Javier Fernández Urbina, el Director de Intereses Marítimos e Información de la Marina de Guerra del Perú, Contralmirante Reynaldo Pizarro Antram, envía el 25 de abril de 2008 una carta al Instituto Nacional de Cultura (INC) solicitándole que se efectúen campañas de difusión internacional para divulgar la contribución del poblador prehispánico andino a la navegación mundial.

En Huanchaco también se practica el surf.

           Invitamos a nuestras autoridades culturales para que participen y apoyen esta tarea emprendida por tablistas y pescadores. Se debe evidenciar que la milenaria costumbre de surcar las olas es un patrimonio cultural del Perú. Dichosamente, ya se dio un primer paso. Por resolución directoral nacional N° 648 del Instituto Nacional de Cultura del 27 de agosto de 2003 se declaró Patrimonio Cultural de la Nación al caballito de totora. Embarcación considerada como expresión de las manifestaciones tradicionales de la cultura viva, que caracteriza a las comunidades asentadas en el litoral del norte peruano, y que contribuye a la identidad regional y nacional.

Cinco mil años surcando olas.

        Hemos visto que las modernas evidencias arqueológicas sitúan con precisión en la historia, la existencia del caballito de totora o tup en el periodo de los 3,500 años de antigüedad. También hemos explicado que existen los vestigios que nos hacen pensar que es más antiguo aún. No queremos exagerar en este libro la antigüedad del tup, pero tampoco podemos dejar de señalar que hace tres mil años, un alfarero Virú tomó como modelo a un caballito de totora para inmortalizarlo mediante su arte en un ceramio. Por ello, no es del todo descabellado pensar que su existencia fuese anterior a la representación gráfica del mismo.
La balsa de totora o tup (dicho en lengua Mochica) se constituyó como la más importante herramienta pesquera de los antiguos pobladores yungas. Las sesiones que esos valientes y habilidosos pescadores debían efectuar para familiarizarse con el mar, las olas, y el uso del caballito, son tan antiguas como el caballito mismo. Por ello nuestra conclusión es luminosa como el agua de nuestro mar durante el amanecer. Es lo que nos revela nuestra tradición milenaria que hoy sigue viva en nuestra alma tablista: hace 5,000 mil años el caballito de totora o tup era un elemento primordial en la vida de los antiguos pescadores yungas, por lo tanto, correr olas era también una actividad inseparable en su faena diaria.

Fuente: 5000 Años Surcando Olas: La Historia de la tabla en el Perú.

¡ Visite Huanchaco y observe su riqueza cultural!

domingo, 12 de enero de 2020

NATIVOS AMERICANOS (MÉXICO): CELEBRACIÓN DE LA MUERTE.

Día de Muertos en México.

                
                   Las festividades indígenas en torno a los muertos se llevan a cabo en 41 grupos étnicos de México, entre los cuales se encuentran los amuzgos,atzincas, coras, cuicatecos, chatinos, chichimecas-jonaz, chinantecos, chocho-popolocas, choles, chontales de Oaxaca y Tabasco, huastecos o teneek, huaves, huicholes, ixcatecos, ixiles, jacaltecos, matlatzincas, mayas, lacandones, mayos, mazahuas, mazatecos, mixes, mixtecos, motozintlecos, nahuas, pames, popolucas, purépechas, tepehuas, tepehuanos, tlapanecos, tojolabales, totonacas, triques, tzeltales, tzotziles, yaquis, zapotecos y zoques.
               Generalmente las celebraciones indígenas en torno a los muertos se llevan a cabo los últimos días del mes de octubre (del 25 al 30) y los primeros de noviembre (del 1 al 3). Sin embargo, existen poblaciones indígenas en las que dichas festividades llegan a extenderse a lo largo de todo el mes de noviembre, como en el caso de los chontales de Tabasco, o se constriñen a periodos muy reducidos de dos días al inicio del penúltimo mes del año. 



            Generalmente las celebraciones indígenas en torno a los muertos se llevan a cabo los últimos días del mes de octubre (del 25 al 30) y los primeros de noviembre (del 1 al 3). Sin embargo, existen poblaciones indígenas en las que dichas festividades llegan a extenderse a lo largo de todo el mes de noviembre, como en el caso de los chontales de Tabasco, o se constriñen a periodos muy reducidos de dos días al inicio del penúltimo mes del año.La fiesta del Día de Muertos es uno de los múltiples efectos del encuentro de dos mundos. En México, sin embargo, ha sido también la causa y el origen de una enorme variedad de expresiones culturales que giran en torno a esta celebración anual. Los estudios históricos y antropológicos han permitido constatar que las celebraciones dedicadas a los muertos no sólo comparten una antigua práctica ceremonial donde conviven la tradición católica y la tradición precolombina, sino también una diversidad de manifestaciones que se sustentan en la pluralidad étnica y cultural del país. Las representaciones en torno a los muertos han dado lugar a una arquitectura simbólica y ritual que se expresa en una infinidad de obras plásticas, objetos artesanales y muestras del arte efímero que se producen en las distintas regiones indígenas. La riqueza cultural de estas celebraciones reposa también en las creaciones artísticas que músicos, pintores y poetas mexicanos han generado en los últimos siglos, aportando al mundo una obra de singular valía como la que se encuentra contenida en la producción gráfica de José Guadalupe Posada, en la literatura académica de Octavio Paz y en la poesía de José Gorostiza. El repertorio es extenso e innumerable, pero en conjunto muestra hasta qué punto la fiesta del Día de Muertos ha sido una referencia constante en campos tan heterogéneos como la lírica y la danza, la artesanía y la narrativa popular.



                   El conjunto de prácticas y tradiciones que prevalecen en torno a las celebraciones dedicadas a los muertos, tanto en las ciudades como en un gran número de poblaciones rurales, hoy constituye una de las costumbres más vigorosas y dinámicas de México. No obstante, si bien la celebración es parte de una cultura nacional que se extiende hacia ambas fronteras.del país y se reproduce entre la población mexicana que hoy reside en los Estados Unidos, su origen y su desarrollo están invariablemente ligados a las concepciones indígenas que le dieron cabida y promovieron su difusión a lo largo del territorio mexicano. Es en el ámbito del “México profundo”, como lo llamó Guillermo Bonfil, que la fiesta del Día de Muertos encuentra su expresión más definida y revela con mayor claridad los principios básicos de un patrimonio cultural intangible. En la imaginación colectiva, las celebraciones anuales en torno a los muertos representan un momento privilegiado del encuentro de los indígenas con sus antepasados, pero también de los hombres entre sí. Ya sea en vecindarios urbanos o en las pequeñas localidades del país, durante los últimos días de octubre y los primeros de noviembre tienen lugar diversos encuentros ceremoniales entre grupos, familias y comunidades enteras que se relacionan a través de un culto compartido. 




                   En las comunidades indígenas de México, la fiesta del Día de Muertos es a su vez una zona de tránsito entre una época de profunda escasez y un periodo de relativa abundancia. En las regiones de Guerrero, Oaxaca o Chiapas, las comunidades pasan durante este tiempo del crecimiento a la cosecha del maíz, el cereal que desde la época prehispánica ha constituido su principal fuente de alimento. De ahí que la fiesta de los muertos sea también un festival de la cosecha dedicado a compartir con los ancestros el beneficio de los primeros frutos. Los principios de reciprocidad que rigen entre los hombres y sus ancestros convierten a las ofrendas del Día de Muertos en una retribución simbólica, ya que el ciclo agrícola del maíz sería inconcebible sin la intervención de los antepasados. Unido a una concepción cíclica de la vida y la muerte, el pensamiento indígena se organiza como una visión sumamente elaborada del cosmos que encuentra en la fiesta de los muertos el espacio más propicio para expresarse.




                   Para pueblos que provienen de una matriz cultural muy antigua, la fiesta de Todos Santos y Fieles Difuntos que se conmemora en gran parte del mundo occidental, ha terminado por concebirse como un patrimonio propio. Sus manifestaciones actuales, que afectan a la identidad mexicana en su conjunto, son también un ejemplo de esa diversidad cultural que ha sostenido el éxito de las civilizaciones. Al proponerla como una digna representante del patrimonio intangible de la humanidad, confiamos a su vez en otorgar un reconocimiento a los pueblos indígenas que la hicieron posible.(Fuente: CONACULTA).
    ¡Visite al mero México con su cálida gente costumbrista! 




miércoles, 25 de diciembre de 2019

STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 - PERÚ # 11








STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 - PERÚ # 10





STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 - PERÚ # 9





STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 -PERÚ # 8






STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 -PERÚ # 7

 






STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 -PERÚ # 6





STICKERS PANAMERICANOS LIMA 2019 -PERÚ # 5