CABALLITOS DE TOTORA - PERÚ
Tradicionalmente, el origen del
arte de surcar olas se les atribuye a los antiguos miembros de la realeza
hawaiana, quienes corrían olas sobre tablas de madera construidas por ellos
mismos con materiales oriundos de esa isla. Por eso se reconoce al arte de
surcar olas como "el deporte de los reyes", y la mayor parte de su
historia contemporánea, con frecuencia basada en los estudios hechos en el
Bishop Museum de Hawái, acostumbran a ubicar su origen en las azules aguas de
Oahu y sus islas aledañas. Sin embargo, desde hace algunas décadas, los avances
en el campo de la arqueología precolombina han revolucionado la teoría
tradicional del origen del arte de surcar olas. Gracias al estudio de las
culturas de la costa del Perú, tan altamente desarrolladas, como llegaron a ser
las antiguas civilizaciones egipcias, se han encontrado evidencias que
demuestran que estos hombres aprendieron a correr olas hace miles de años. Tal
es el caso del reciente descubrimiento de las ruinas de Caral, cuya antigüedad
se remonta justamente a cinco mil años en el pasado.
Existen dos culturas, la Mochica y Chimú, descubiertas gracias a la
evidencia de enormes ruinas o complejos arqueológicos, a través de los cuales,
los ojos del mundo se han vuelto para mirar con sorpresa a estas avanzadas
civilizaciones. Los vestigios de estas culturas nos muestran una gran
influencia marina, en un grado altamente superior al de cualquier otra
civilización contemporánea. En su iconografía, como puede apreciarse en los
restos hallados en la huaca Cao Viejo, en el complejo arqueológico El Brujo,
abundan las representaciones de interminables secuencias de olas que, como
indican los arqueólogos, representaban el movimiento, la fuerza y el poder del
mar como fuente de vida (Cristóbal Campana: Historia de una Deidad Mochica;
1997).Cinco mil años en el pasado.
El desarrollo económico y social de las culturas Mochica y Chimú,
estuvo ligado a la pesca: convirtieron el océano Pacífico en una de las más
grandes pesquerías del mundo. Durante esa época, el pescado fue la principal
fuente de proteínas en la dieta de los 100,000 habitantes de la ciudad de Chan
Chan. Los habitantes Mochica y Chimú idearon sus propias formas para el arte,
la organización social, y en la construcción de grandes ciudades y complejos
piramidales. En toda la creación artística de los Mochicas, e incluso más, en
la de los Chimú, aparecen dos símbolos fuertemente asociados con las
divinidades: el arco iris y las olas.
Cuando los antiguos pobladores de Chan Chan distinguían los colores
del arco iris brillando entre las nubes encima de los Andes, sabían que faltaba
poco tiempo para que las lluvias empezaran a llenar los elaborados canales de
irrigación con que alimentaban sus cultivos, por lo cual, el arco iris era un
símbolo de la fertilidad. Y las olas, en su magnífico arte, simbolizaban el
poder: el eterno e incomparable poder que controlaba su universo. Como
resultado, en los tejidos y obras de arte que representan deidades o
situaciones sobrenaturales, aparece un borde de olas alrededor del diseño. La
interpretación es que los antiguos yungas percibían, que el verdadero poder
sobre sus vidas, estaba en manos de las olas.
Estas culturas Mochica y Chimú, enfrentaron el reto de vivir a orillas
de una marea poderosa, expuesta a crecidas durante varios meses cada año. Basta
con imaginar las infinitas series de olas de Chicama, para recordar que una de
las mejores olas del mundo para el deporte de la tabla está ubicada al sur de
las excavaciones de Lambayeque, donde una de las tumbas más fastuosas y ricas
de América (la del Señor de Sipán) fue descubierta hace pocos años. Los
primeros hombres que experimentaron el placer de surcar olas, fueron pescadores
que tenían que enfrentarse a la fuerza de las mismas para conseguir su
alimento. La valentía necesaria, dio lugar a un ritual de paso, similar a otros
rituales de guerreros o de lucha en la historia.
Un rito Mochica y Chimú consistía en que un hombre, sobre una balsa de
totora, debía encontrar y llevar a la playa el huevo de un ave marina, para
utilizarlo en la ceremonia en que sería nombrado “hombre-ave del mar” (Antonio
Raimondi: Notas de Viaje; 1942). Esto nos recuerda a los motivos de hombre-ave
y huevo encontrados en el arte religioso de la Isla de Pascua. A partir de aquí
surgen las especulaciones que llevan a la hipótesis de que la fuente y
verdadero origen de los ceremoniales de “hombre-ave”, celebrados con variantes
a lo largo de las culturas polinesias y las sociedades hawaianas, está en el
Perú preincaico. Asimismo, el acto de probar la virilidad mediante una hazaña
de distancia y supervivencia, es un ritual que tiene representaciones similares
en la cultura hawaiana. Incluso cuando se toma en cuenta que el arte de surcar
olas empezó a practicarse dentro de las ceremonias religiosas.
En ningún otro lugar de América pueden encontrarse pruebas de un
desarrollo social tan vinculado al mar como el que establecieron los pobladores
de Chan Chan. Un mar poderoso que les enviaba oleajes durante la mayor parte
del año. Las condiciones presentan una ecuación interesante: cien mil personas
a quienes alimentar, entonces dadas las circunstancias, los pescadores de Chan
Chan se ganaban la vida en el mar y utilizaban las largas rompientes para
empujar sus balsas hacia la orilla, donde negociaban los frutos de su trabajo.
Es por ello que las paredes de la ciudad de Chan Chan están cubiertas con
diseños y frisos en altorrelieve que representan escenas de pesca, series de
olas, aves marinas, redes, deidades del mar y espíritus. En el Corredor de los
Peces y las Aves, se ven representados los grandes oleajes, junto con la
corriente peruana o de Humboldt, llena de peces, a medida que su ubicación
varía a lo largo del año.
Origen de las balsas
de juncos
Nuestra fuente principal en este asunto, es la exhaustiva y monumental
Historia Marítima del Perú, editada por el Instituto de Estudios Histórico
Marítimos del Perú. De la mano de historiadores de la talla de Hermann Buse De
La Guerra y de José Antonio Del Busto Duthurburu, exploramos la prehistoria de
la navegación peruana desde sus orígenes, confirmando con gran regocijo durante
su lectura, que el tup jugó un papel trascendental en nuestra historia
marítima.
Ahora bien, en cuanto a la antigüedad del caballito o tup, son muchos
los investigadores que exponen diversas teorías. Así por ejemplo, tenemos el
caso de Salvador Canals Frau, quien señala que: “la balsa… que se fabrica
atando varios haces de juncos o de tallos de totora es paleolítica”, lo cual
situaría la aparición del tup a la era de la edad de piedra (Salvador Canals
Frau: Las Civilizaciones Prehispánicas en América; 1955). Por otro lado,
Hermann Buse afirma: “en el mundo, la balsa de totora -mejor; la balsa de
haces- es antiquísima. Aparece ya en los albores de la civilización y, fuera de
duda, está en los comienzos mismos de la navegación. Es probable que sólo fuera
antecedida por el simple tronco desbastado del que se valió la primera criatura
audaz para entrar en las aguas profundas de un río o de un lago para llevar
algo o recoger algo en la otra orilla". Estas afirmaciones, claro está, se
refieren a las balsas de juncos de cuya existencia se han hallado testimonios
en diversos lugares alrededor del globo, como en los lagos mexicanos de Chapala
y Tlaxcala, en el valle del Nilo, en Asiria y en las orillas de los ríos
mesopotámicos. Asimismo, la balsa de juncos fue común a infinidad de pueblos de
Asia, Australia, Tasmania e islas de Oceanía, sin excluir de este conjunto a la
Isla de Pascua, donde los nativos usaban unos atados de paja que, técnica y formalmente,
en nada se diferenciaban de los caballitos de totora que vemos aún hoy en la
playa de Huanchaco.
Antigüedad de la
balsilla de totora.
La antigüedad y la difusión
exacta del caballito de totora o tup, es aún un tema no resuelto por los científicos.
Revisando las investigaciones del historiador peruano Hermann Buse De La
Guerra, observamos que el problema de la antigüedad de las balsas de totora en
el Perú fue en gran parte aclarado. Dice Buse: "reconocido su apogeo, por
el testimonio incontestable de la cerámica, en la edad Mochica -primeros siglos
de la era cristiana-, inquietaba vivamente a los arqueólogos saber cuándo, en
realidad, empezaba su uso, si con los Mochicas o antes de ellos, y si esto
último, en qué siglo o milenio de la lejanía prehistórica” (Hermann Buse De La
Guerra: Perú 10,000 años; 1962).
Los fundamentales trabajos de Bird en Huaca Prieta, en los años 1946 y
1947 que dieron por resultado el descubrimiento de la era precerámica,
arrojaron clara luz sobre el problema y permitieron desde ese momento creer
que: “el hombre de hace cuatro mil años conocía y usaba la balsa para pescar no
lejos de la playa”. Así, abundantes evidencias arqueológicas atestiguan su
utilización en tiempos muy lejanos, y el hallazgo de redes y flotadores en la
citada Huaca Prieta, del valle de Chicama, en un estrato probadamente
precerámico, de cuatro mil años, indica que los hombres de entonces:
“practicaban un tipo de pesca en el mar que requería del auxilio de una
embarcación”. Esa embarcación no podía ser otra que la balsa de haces de
totora. Su ubicación está arqueológicamente probada (por el método del
radiocarbono, en el estado actual de nuestros conocimientos) en las finales del
tercer milenio antes de Cristo, en la Costa Norte, departamento de La Libertad.
Todas estas afirmaciones necesitan, sin embargo, el sustento
arqueológico para poder determinar la antigüedad exacta del tup. Lo cual nos
lleva a los descubrimientos de Rafael Larco Hoyle según los cuales: "la
más antigua representación del uso del caballito de totora en la cerámica, con
valor de documento irrefutable, la proporciona la cerámica Virú, de la época
llamada Evolutiva y que corresponde al Formativo de otros esquemas". Dice
Larco textualmente: "el caballito de totora... se encuentra en la cerámica
Virú, lo que demuestra que entonces lo emplearon ya" (Rafael Larco Hoyle:
Archaeologia Mundi. Perú; Génova, 1966). Si tomamos en cuenta que la cultura
Virú se desarrolló, estrechamente vinculada al mar, en el primer milenio antes
de Cristo, y sus representaciones en terracota del tup corresponden a los años
800-600 antes de nuestra era, podemos concluir como Buse que: "del
caballito de totora, como el que aún emplean para sus faenas los pescadores de
Huanchaco y en las playas de Lambayeque, poseemos representaciones alfareras de
extraordinario valor que ubican su existencia hace, aproximadamente, tres mil
años".
Llegados a este punto, los testimonios publicados en el libro, Perú
10,000 años, de Hermann Buse De La Guerra, son abundantes. Cercana a esta
sorprendente cronología es la que insinúa Bird: "vasos Gallinazo, de hace
2,200 años, muestran también caballitos iguales a los que siguen en uso en la
Costa Norte, el testimonio alfarero indica, igualmente, que éstas embarcaciones
de pesca eran tripuladas indistintamente por uno o dos hombres" (Junius
Bird: Art and Life in Old Perú; 1962). Y Kosok: "los diseños de los huacos
de la época temprana de la cultura Mochica muestran embarcaciones similares a
los caballitos de totora actuales, lo cual da la pauta para señalar la
antigüedad de su origen..." (Paul Kosok: Life, Land and Water in Ancient
Perú; 1965).
Hermann Buse también afirma que: "el caballito en nuestros días
es indispensable cuando hay braveza, y todavía se le usa, aunque poco a poco es
desplazado por los botes de diseño moderno, en algunas tareas cercanas a las
playas, como la colocación del chinchorro y la revisión de las trampas para el
cangrejo y la langosta. Con sus tres mil años de historia (o cuatro mil a base
de indicios existentes) y siendo un directo descendiente de las primitivas
embarcaciones precerámicas de totora es, de todos los elementos de la cultura
aborigen aún vigentes, uno de los más antiguos y, por consiguiente, de más
rancia y conservadora prosapia, un caso único de aferramiento a la tradición”
(Hermann Buse De La Guerra: Historia Marítima del Perú, Tomo II, Vol 2; 1977).
Las investigaciones del
arqueólogo peruano Gabriel Prieto Burmester, quien estudia una antigua aldea de
pescadores en el sitio arqueológico Pampas de Gramalote desde el año 2010, que
esta ubicado en el distrito de Huanchaco, le permitieron hallar la evidencia
más antigua. Se desenterró allí una miniatura de un caballito de totora que
sirvió para hacer una ofrenda. Esos estudios modernos nos confirman que el tup
se utilizó en el Antiguo Perú desde hace 3,500 años. “Aunque se presume que el
caballito de totora tiene un uso de 4,000 ó 5,000 años, hoy al menos sabemos
científicamente que hace 3,500 años existió” comentó el arqueólogo Dan
Sandweiss de la Universidad de Maine, Estados Unidos, al enterarse del hallazgo
(El Comercio; 3 de agosto del 2014).
Pero si estas investigaciones aún fueran poco para los indiferentes.
Los nuevos hallazgos en la capital de la civilización más antigua de América,
Caral (3,000 A.C.) y también en Áspero, Bandurria, Vichama y otros sitios
arqueológicos actualmente en estudio, nos confirman que los pescadores de esa
antigua civilización con 5,000 años de antigüedad, también empleaban los juncos
de totora para confeccionar sus casas y sus embarcaciones, siendo la pesca una
actividad económica primordial para esos pobladores yungas, para realizar
trueque con las comunidades de la sierra y selva. Tomando en cuenta entonces
las antiguas y las recientes investigaciones de las diversas culturas de la
costa peruana, nos atrevemos a proponer en este ensayo, que el caballito de
totora o tup, se ha utilizado en la costa del Antiguo Perú desde hace cinco mil
años (y quizás es más antiguo). Por lo tanto, el arte de surcar olas conserva
esa misma antigüedad.
El Festival del Mar
en Huanchaco.
El Festival del Mar, organizado en Huanchaco, un antiguo puerto
pesquero con unos diez mil pobladores a unos 560 kilómetros al norte de Lima,
fue un evento único y crucial en la historia del deporte de la tabla peruano.
Fue la oportunidad que empezó a difundir en todo el planeta nuestra milenaria
tradición de surcar las olas. Huanchaco es el más grande de los antiguos
pueblos costeños del norte, en donde aún se puede observar a los milenarios
pescadores yungas introduciéndose en el mar a bordo de los caballitos de
totora. Ellos siguen sobreviviendo con las mismas técnicas de pesca y de
construcción de balsas heredadas de sus antepasados, en las mismas aguas que
alguna vez abastecieron de alimento a los cien mil habitantes de la antigua
urbe de Chan Chan.
En 1987 Felipe Pomar era el presidente de la Federación Peruana de
Tabla y viaja a Huanchaco, para conocer la zona y observar los caballitos de
totora. Al presenciar a los pescadores en el mar quedó sorprendido, los
caballitos habían sido diseñados para atravesar la rompiente y luego salir a la
orilla corriendo olas. En ese viaje conoció al tablista trujillano Bernardo
Alva, quien le informó de los avances, con relleno de material de construcción
y tierra, con el fin de hacer un desarrollo urbano invadiendo las pozas donde
se cultiva la totora, para desaparecer ese conjunto de valiosos totorales que
utiliza la comunidad de pescadores y que están ubicados muy cercanos a la
costa.
Luego de algunas conversaciones, decidieron juntos hacer un festival
deportivo y cultural para dar a conocer el peligro que significaba para el balneario
de Huanchaco la pérdida de la fuente de la materia prima que sirve para la
construcción del tup. Bernardo se encargó de la organización del evento, Felipe
de la promoción y la convocatoria de destacados tablistas extranjeros y
peruanos para que respalden el proyecto. En ese mismo año, Felipe Pomar viaja a
California y visita la oficina de la revista Surfer llevando en sus manos una
réplica pequeña de un caballito de totora. Les explica a sus editores la
importancia de publicar un reportaje sobre Huanchaco y su tradición milenaria.
Hábilmente logró convencerlos. El artículo se publicó en la edición de abril de
1988, anunciándose al mundo internacional del surfing, los valiosos objetivos
del Festival del Mar.
Huanchaco-Perú
El primer Festival del Mar se realizó exitosamente en mayo de 1988.
Hubo una segunda edición en 1990 y una tercera en 1992. Tuvo una lista
impresionante de personalidades que fueron invitados; desde científicos
notables como Thor Heyerdahl y Walter Alva, ambientalistas como Glenn Henning,
hasta tablistas famosos como Mark Foo, Bobby Owens, Todd Holland, Richard
Schmidt y Ronnie Burns. Posteriormente Bernardo con el mismo fin de preservar
la valiosa plantación de totora, organizó el evento Pescadores de Olas en
Huanchaco el 2007, 2008 y 2009. El escritor Matt Warshaw fue invitado por
Felipe Pomar para que conozca Huanchaco y asistió al evento del año 2007. Matt
publicó la milenaria tradición de surcar las olas que existe en Huanchaco en su
libro The History of Surfing, publicado en el año 2010.
Es relevante agregar que en 1977, en el anuario Tabla Perú que publicó
la Comisión Nacional de Tabla (CONTA), Fortunato Quesada Lagarrigue escribe un
artículo en donde expuso que uno de los objetivos de dicha comisión era
reconquistar el nivel internacional que tuvo la tabla peruana en los años
sesenta: “por tener un campeón mundial y por ser una actividad oriunda del
Perú”. El presidente de la CONTA era Luis Anavitarte Condemarín, quien en 1978
organiza el campeonato universitario de tabla, cuyo afiche, por idea de su
secretario Fortunato, fue ilustrado con un caballito de totora.
Veinte años después, en el año 1998 el Perú expone en la asamblea
anual de la International Surfing Association (ISA) que el caballito de totora
o tup, es el elemento de surcar olas más antiguo de la historia universal. El
ensayo fue preparado por Adolfo Valderrama Bielich y fue expuesto en Portugal,
en el mes de noviembre, por Ricardo Kaufman Torres. Diez años después, gracias
a la gestión realizada por Felipe Pomar Rospigliosi y Javier Fernández Urbina,
el Director de Intereses Marítimos e Información de la Marina de Guerra del
Perú, Contralmirante Reynaldo Pizarro Antram, envía el 25 de abril de 2008 una
carta al Instituto Nacional de Cultura (INC) solicitándole que se efectúen
campañas de difusión internacional para divulgar la contribución del poblador
prehispánico andino a la navegación mundial.
En Huanchaco también se practica el surf.
Invitamos a nuestras autoridades
culturales para que participen y apoyen esta tarea emprendida por tablistas y
pescadores. Se debe evidenciar que la milenaria costumbre de surcar las olas es
un patrimonio cultural del Perú. Dichosamente, ya se dio un primer paso. Por resolución
directoral nacional N° 648 del Instituto Nacional de Cultura del 27 de agosto
de 2003 se declaró Patrimonio Cultural de la Nación al caballito de totora.
Embarcación considerada como expresión de las manifestaciones tradicionales de
la cultura viva, que caracteriza a las comunidades asentadas en el litoral del
norte peruano, y que contribuye a la identidad regional y nacional.
Cinco mil años surcando olas.
Hemos visto que las modernas
evidencias arqueológicas sitúan con precisión en la historia, la existencia del
caballito de totora o tup en el periodo de los 3,500 años de antigüedad.
También hemos explicado que existen los vestigios que nos hacen pensar que es
más antiguo aún. No queremos exagerar en este libro la antigüedad del tup, pero
tampoco podemos dejar de señalar que hace tres mil años, un alfarero Virú tomó
como modelo a un caballito de totora para inmortalizarlo mediante su arte en un
ceramio. Por ello, no es del todo descabellado pensar que su existencia fuese
anterior a la representación gráfica del mismo.
La balsa de totora o tup (dicho
en lengua Mochica) se constituyó como la más importante herramienta pesquera de
los antiguos pobladores yungas. Las sesiones que esos valientes y habilidosos
pescadores debían efectuar para familiarizarse con el mar, las olas, y el uso
del caballito, son tan antiguas como el caballito mismo. Por ello nuestra
conclusión es luminosa como el agua de nuestro mar durante el amanecer. Es lo
que nos revela nuestra tradición milenaria que hoy sigue viva en nuestra alma
tablista: hace 5,000 mil años el caballito de totora o tup era un elemento
primordial en la vida de los antiguos pescadores yungas, por lo tanto, correr
olas era también una actividad inseparable en su faena diaria.
Fuente: 5000 Años Surcando Olas:
La Historia de la tabla en el Perú.
¡ Visite Huanchaco y observe su riqueza cultural!