Día de Muertos en México.
Las festividades indígenas en torno a los muertos se llevan a cabo en 41
grupos étnicos de México, entre los cuales se encuentran los amuzgos,atzincas, coras, cuicatecos, chatinos, chichimecas-jonaz, chinantecos,
chocho-popolocas, choles, chontales de Oaxaca y Tabasco, huastecos o
teneek, huaves, huicholes, ixcatecos, ixiles, jacaltecos, matlatzincas, mayas,
lacandones, mayos, mazahuas, mazatecos, mixes, mixtecos, motozintlecos,
nahuas, pames, popolucas, purépechas, tepehuas, tepehuanos, tlapanecos,
tojolabales, totonacas, triques, tzeltales, tzotziles, yaquis, zapotecos y
zoques.
Generalmente las celebraciones indígenas en torno a los muertos se llevan
a cabo los últimos días del mes de octubre (del 25 al 30) y los primeros de
noviembre (del 1 al 3). Sin embargo, existen poblaciones indígenas en las
que dichas festividades llegan a extenderse a lo largo de todo el mes de
noviembre, como en el caso de los chontales de Tabasco, o se constriñen a
periodos muy reducidos de dos días al inicio del penúltimo mes del año.
Generalmente las celebraciones indígenas en torno a los muertos se llevan
a cabo los últimos días del mes de octubre (del 25 al 30) y los primeros de
noviembre (del 1 al 3). Sin embargo, existen poblaciones indígenas en las
que dichas festividades llegan a extenderse a lo largo de todo el mes de
noviembre, como en el caso de los chontales de Tabasco, o se constriñen a
periodos muy reducidos de dos días al inicio del penúltimo mes del año.La fiesta del Día de Muertos es uno de los múltiples efectos del
encuentro de dos mundos. En México, sin embargo, ha sido también la causa
y el origen de una enorme variedad de expresiones culturales que giran
en torno a esta celebración anual. Los estudios históricos y antropológicos
han permitido constatar que las celebraciones dedicadas a los muertos
no sólo comparten una antigua práctica ceremonial donde conviven la
tradición católica y la tradición precolombina, sino también una diversidad
de manifestaciones que se sustentan en la pluralidad étnica y cultural del
país. Las representaciones en torno a los muertos han dado lugar a una
arquitectura simbólica y ritual que se expresa en una infinidad de obras
plásticas, objetos artesanales y muestras del arte efímero que se producen en
las distintas regiones indígenas. La riqueza cultural de estas celebraciones
reposa también en las creaciones artísticas que músicos, pintores y poetas
mexicanos han generado en los últimos siglos, aportando al mundo una
obra de singular valía como la que se encuentra contenida en la producción
gráfica de José Guadalupe Posada, en la literatura académica de Octavio Paz
y en la poesía de José Gorostiza. El repertorio es extenso e innumerable,
pero en conjunto muestra hasta qué punto la fiesta del Día de Muertos ha
sido una referencia constante en campos tan heterogéneos como la lírica y
la danza, la artesanía y la narrativa popular.
El conjunto de prácticas y tradiciones que prevalecen en torno a las
celebraciones dedicadas a los muertos, tanto en las ciudades como en un
gran número de poblaciones rurales, hoy constituye una de las costumbres
más vigorosas y dinámicas de México. No obstante, si bien la celebración
es parte de una cultura nacional que se extiende hacia ambas fronteras.del país y se reproduce entre la población mexicana que hoy reside en los
Estados Unidos, su origen y su desarrollo están invariablemente ligados a las
concepciones indígenas que le dieron cabida y promovieron su difusión a lo largo
del territorio mexicano. Es en el ámbito del “México profundo”, como lo llamó
Guillermo Bonfil, que la fiesta del Día de Muertos encuentra su expresión más
definida y revela con mayor claridad los principios básicos de un patrimonio
cultural intangible. En la imaginación colectiva, las celebraciones anuales en
torno a los muertos representan un momento privilegiado del encuentro de los
indígenas con sus antepasados, pero también de los hombres entre sí. Ya sea en
vecindarios urbanos o en las pequeñas localidades del país, durante los últimos
días de octubre y los primeros de noviembre tienen lugar diversos encuentros
ceremoniales entre grupos, familias y comunidades enteras que se relacionan a
través de un culto compartido.
En las comunidades indígenas de México, la fiesta del Día de Muertos
es a su vez una zona de tránsito entre una época de profunda escasez y un
periodo de relativa abundancia. En las regiones de Guerrero, Oaxaca o Chiapas,
las comunidades pasan durante este tiempo del crecimiento a la cosecha del
maíz, el cereal que desde la época prehispánica ha constituido su principal
fuente de alimento. De ahí que la fiesta de los muertos sea también un festival
de la cosecha dedicado a compartir con los ancestros el beneficio de los
primeros frutos. Los principios de reciprocidad que rigen entre los hombres y
sus ancestros convierten a las ofrendas del Día de Muertos en una retribución
simbólica, ya que el ciclo agrícola del maíz sería inconcebible sin la intervención
de los antepasados. Unido a una concepción cíclica de la vida y la muerte, el
pensamiento indígena se organiza como una visión sumamente elaborada del
cosmos que encuentra en la fiesta de los muertos el espacio más propicio para
expresarse.
Para pueblos que provienen de una matriz cultural muy antigua, la fiesta
de Todos Santos y Fieles Difuntos que se conmemora en gran parte del mundo
occidental, ha terminado por concebirse como un patrimonio propio. Sus
manifestaciones actuales, que afectan a la identidad mexicana en su conjunto,
son también un ejemplo de esa diversidad cultural que ha sostenido el éxito de
las civilizaciones. Al proponerla como una digna representante del patrimonio
intangible de la humanidad, confiamos a su vez en otorgar un reconocimiento
a los pueblos indígenas que la hicieron posible.(Fuente: CONACULTA).
¡Visite al mero México con su cálida gente costumbrista!
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