EL ENOJO EN
NIÑOS: CÓMO CONTROLARLO.
Ayuda al niño
a entender cuál es la causa de su enojo. A veces el simple hecho de acercarnos
en una actitud de interés, sin criticar, le ayuda a sentirse entendido.
No señales
únicamente lo que el niño no debe hacer; dile lo que sí debe hacer. Por
ejemplo: en lugar de decir “no le pegues a tu hermano,” podrías decir “los
problemas no se resuelven pegando; trata de encontrar otra forma de resolver el
problema con tu hermano.”
A veces puede
parecer importante encontrar el equilibrio, es decir, la cantidad de enojo que
es aceptable. Y ¿cuál es esa cantidad?, un buen indicador es poder reconocer
que “estoy enojado”, lo que es muy diferente a sentir que “soy mi enojo” o que
“el enojo se apodera de mí”. Poder reconocer esta diferencia me permite saber
que “yo soy más grande que mi enojo y puedo controlarlo.”
Los adultos
tenemos que reconocer que el enojo es una emoción «normal», para poder ayudar
al niño a comprenderlo. Cuando tu niño manifiesta enojo, toma tiempo para
explicarle que estar enojado es aceptable, pero que debe encontrar formas
adecuadas de manifestar estos sentimientos.
Por supuesto
moldear la conducta es una de las herramientas más importantes de que disponen
los padres. Para que puedas pedir a un niño pequeño que exprese su enojo
adecuadamente, comienza por revisar si tú lo haces y, de no ser así, puedes
comenzar por modificar tu propia conducta.
Ayuda al niño
a entender cuál es la causa de su enojo. A veces el simple hecho de acercarnos
en una actitud de interés, sin criticar, le ayuda a sentirse entendido.
No señales
únicamente lo que el niño no debe hacer; dile lo que sí debe hacer. Por
ejemplo: en lugar de decir “no le pegues a tu hermano,” podrías decir “los
problemas no se resuelven pegando; trata de encontrar otra forma de resolver el
problema con tu hermano.”
A veces puede
parecer importante encontrar el equilibrio, es decir, la cantidad de enojo que
es aceptable. Y ¿cuál es esa cantidad?, un buen indicador es poder reconocer
que “estoy enojado”, lo que es muy diferente a sentir que “soy mi enojo” o que
“el enojo se apodera de mí”. Poder reconocer esta diferencia me permite saber
que “yo soy más grande que mi enojo y puedo controlarlo.”

Los adultos
tenemos que reconocer que el enojo es una emoción «normal», para poder ayudar
al niño a comprenderlo. Cuando tu niño manifiesta enojo, toma tiempo para
explicarle que estar enojado es aceptable, pero que debe encontrar formas
adecuadas de manifestar estos sentimientos.
Por supuesto
moldear la conducta es una de las herramientas más importantes de que disponen
los padres. Para que puedas pedir a un niño pequeño que exprese su enojo
adecuadamente, comienza por revisar si tú lo haces y, de no ser así, puedes
comenzar por modificar tu propia conducta.
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LA HISTORIA
DE LA LAPTOP
La laptop, es
un ordenador personal móvil o transportable, que pesa normalmente entre 1 y 3
kg. Los ordenadores portátiles son capaces de realizar la mayor parte de las
tareas que realizan los ordenadores de escritorio, con similar capacidad y con
la ventaja de su peso y tamaño reducidos; sumado también a que tienen la
capacidad de operar por un período determinado sin estar conectadas a una
corriente eléctrica.
Historia
La primera
computadora portátil considerada como tal fue la Epson HX-20, desarrollada en
1981, a partir de la cual se observaron los grandes beneficios para el trabajo
de científicos, militares, empresarios y otros profesionales que vieron la
ventaja de poder llevar con ellos su computadora con toda la información que
necesitaban de un lugar a otro.
La Osborne 1
salió al mercado comercial con el formato que actualmente los distingue, aunque
entonces eran sumamente limitadas, incluso para la tecnología de la época.
En 1995, con
la llegada de Windows 95, la venta de las portátiles se incrementó
notablemente, y en la actualidad rebasa las ventas de los equipos de
escritorio.
En el tercer
trimestre de 2008, las ventas de las portátiles superaron por primera vez las
de los equipos de escritorio, según la firma de investigación iSuppli Corp.

Componentes
Muchos de los
componentes de un ordenador portátil son similares a los componentes de los
ordenadores de escritorio, pero habitualmente son de menor tamaño, con
componentes similares, algunos de los cuales se citan a continuación:
CPU de bajo
consumo: Intel Core i3/i5/i7, Intel Core 2 Duo, Intel Core, Intel Atom (en
equipos de 10,1″ o inferior), AMD Turion, AMD Phenom o AMD Fusion.
Disco duro de
2,5″ (6,35 cm) o menor, frente a los discos de 3,5″ (8,89 cm) de los
ordenadores de escritorio. También Unidades de estado sólido
Módulos de
memoria RAMSO-DIMM (Small Outline DIMM) más pequeños que los DIMM usuales en
los ordenadores de escritorio.
Unidad
lectora y grabadora de CD, DVD o Blu-Ray de formato reducido (slim).
Teclado
integrado, que suelen tener una distancia de recorrido más corta para las
combinaciones y para un reducido grupo de teclas. No suele contar con teclado
numérico y las teclas de función pueden estar colocadas en sitios que difieren
de un teclado de ordenador de sobremesa.
Pantalla
integrada tipo TFT, WXGA u OLED que a su vez realiza la función de tapa del
portátil y facilita su movilidad. Los portátiles más modernos cuentan con una
pantalla de 13 pulgadas (33 cm) o mayor, con resoluciones de 1280×800 (16:10) o
1366 × 768 (16:9) pixeles o superiores. Algunos modelos utilizan pantallas con
resoluciones comunes en ordenadores de sobremesa (por ejemplo, 1440×900,
1600×900 y 1680×1050).
Panel táctil
para manejar el puntero en lugar del ratón.
Cargador o
abreviadamente PSU (del inglés Power Supply Unit, fuente de alimentación), que
tiende a ser universal (denominado Universal Power Adapter for Mobile Devices –
UPAMD). Los portátiles se pueden cargar en uso, para optimizar tiempo y
energía. Producen un voltaje de corriente continua de unos 12 voltios (en el
rango de 7,2 a 14,8 voltios).
Batería, que
suele tener típicamente una duración de 2 a 4 horas en equipos de 15,6″. Una
batería de 6 celdas en un netbook con Intel Atom puede proporcionar una
duración de unas 6 horas dependiendo del modelo y el uso.
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EL CAFÉ:
HISTORIA.
La historia
de cómo se extendió por todo el mundo el cultivo y el consumo de café es una de
las más atractivas y románticas que pueda haber. Esa historia empieza en el Cuerno de África,
en Etiopía, donde el cafeto tuvo su origen probablemente en la provincia de
Kaffa. Hay varios relatos, imaginativos,
pero poco probables, acerca de cómo se descubrieron los atributos del grano
tostado de café. Cuenta uno de ellos que
a un pastor de cabras etíope le asombró el animado comportamiento que tenían
las cabras después de haber mascado cerezas rojas de café. Lo que se sabe con más certeza es que los
esclavos a los que se llevaba de lo que es hoy el Sudán a Yemen y Arabia a
través del gran puerto de aquel entonces, Moca, sinónimo ahora con el café,
comían la suculenta parte carnosa de la cereza del café. De lo que no cabe duda es de que el café se
cultivaba en el Yemen ya en el siglo XV y es probable que mucho antes también.
Moca era
también el puerto principal de la única ruta marítima a la Meca, el lugar más
concurrido del mundo en aquella época.
Los árabes, sin embargo, tenían una rigurosa política de no exportar
granos fértiles de café, para que no se pudiese cultivar en ningún otro
lugar. El grano de café es la semilla
del cafeto, pero cuando se le quitan las capas exteriores se vuelve
infértil. Muchos fueron los intentos que
se hicieron para lograr llevarse algunos cafetos o granos fértiles, pero esa
carrera la ganaron por fin los holandeses en 1616, que consiguieron llevarse
algunos a Holanda y allí los cultivaron en invernaderos.
Al principio,
las autoridades del Yemen alentaron mucho el consumo de café, ya que sus
efectos se consideraban preferibles a los más fuertes del “Kat”, un arbusto
cuyas hojas y brotes se masticaban como estimulante. Los primeros establecimientos de servir café
se abrieron en la Meca y se llamaban “kaveh kanes”. Ese tipo de establecimiento se extendió
rápidamente por todo el mundo árabe y los cafés se convirtieron en lugares muy
concurridos en los que se jugaba al ajedrez, se intercambiaban chismes y se
disfrutaba del canto, el baile y la música.
Los establecimientos estaban decorados con lujo y cada uno de ellos tenía
su propio carácter. Nada había habido
antes como el establecimiento de café:
un lugar en el que se podía hacer vida de sociedad y tratar de negocios
en un ambiente cómodo y al que todo el mundo podía ir por el precio de un café.
Los
establecimientos de café árabes pronto se convirtieron en centros de actividad
política y fueron suprimidos. Después,
en las siguientes décadas, el café y los establecimientos de café fueron
prohibidos varias veces, pero siguieron reapareciendo. Con el tiempo se encontró una solución: el café y los establecimientos de café
tuvieron que pagar impuestos.
EL CAFÉ LLEGA
A ASIA
Los
holandeses empezaron también a cultivar café en Malabar, en la India, y en 1699
llevaron alguno a Batavia, en Java, en lo que es ahora Indonesia. Unos cuantos años después, las colonias
holandesas se habían convertido en la principal fuente de suministro de café a
Europa. Hoy en día Indonesia es el
cuarto exportador de café del mundo.
EL CAFÉ LLEGA
A EUROPA
Los
comerciantes venecianos fueron los que primero llevaron el café a Europa en
1615. Esa fue la época en que también
aparecieron en Europa las otras dos grandes bebidas calientes: la primera, el chocolate caliente, que
llevaron los españoles de las Américas a España en 1528; la otra el té, que se
vendió por primera vez en Europa en 1610.
Al principio
el café lo vendían sobre todo los vendedores de limonada y se creía que tenía
cualidades medicinales. El primer
establecimiento de café en Europa se abrió en Venecia en 1683, y fue el
famosísimo Caffè Florian de la Plaza de San Marcos, que abrió sus puertas en
1720 y sigue aún hoy abierto al público.
El mayor
mercado de seguros del mundo, Lloyd's de Londres, empezó a funcionar como un
establecimiento de café. Empezó el
negocio en 1688 Edward Lloyd, que preparaba allí las listas de los buques que
sus clientes habían asegurado.

EL CAFÉ LLEGA
A LAS AMÉRICAS
La primera
referencia a que se tomaba café en Norteamérica data de 1668 y, pronto después
de esa fecha, se abrieron establecimientos de café en Nueva York, Filadelfia,
Boston y algunas otras ciudades. El
Boston Tea Party de1773 se planeó en un establecimiento de café, el Green
Dragon. Tanto la Bolsa de Nueva York
como el Banco de Nueva York empezaron en establecimientos de café, en lo que es
hoy el distrito financiero de Wall Street.
Fue en el
decenio de 1720 cuando el café se empezó a cultivar por primera vez en las
Américas, gracias a lo que es quizá el relato más fascinante y romántico de la
historia del café. Gabriel Mathieu de
Clieu era un oficial de la Marina francesa que estaba de servicio en la
Martinica y que, en 1720, viajó a París con permiso. Con alguna ayuda y no poco encanto personal
adquirió un cafeto que se llevó con él en el viaje por mar de vuelta. El cafeto fue instalado en una caja de
cristal y dejado en cubierta para mantenerlo caliente y que no lo dañase el
agua salada. El viaje estuvo lleno de
incidentes, o al menos así fue como lo contó Mathieu de Clieu en su
diario: piratas tunecinos persiguieron
el buque, hubo una fuerte tormenta y el cafeto tuvo que ser amarrado. Nuestro héroe se vio obligado a enfrentarse
con un enemigo a bordo que tenía envidia y trató de sabotear el arbusto, hubo una
pelea violenta en la que una de sus ramas se quebró, pero el cafeto sobrevivió
a todo ello.
Después de
esos incidentes el buque quedó inmóvil por falta de viento y se racionó el agua
potable. Para De Clieu estaba claro qué
era lo más importante de todo y cedió la mayor parte del agua que le
correspondía al cafeto. El cafeto
sobrevivió y él también.
Por último,
el buque llegó a la Martinica y el cafeto fue replantado en Preebear, donde lo
cercaron con un seto de espinas y lo cuidaron esclavos. El cafeto creció, se multiplicó, y en 1726 se
hizo la primera cosecha. Está registrado
que en 1777 había entre 18 y 19 millones de cafetos en la Martinica. Había quedado establecido el modelo para un
nuevo cultivo comercial que podía darse en el Nuevo Mundo.
Fueron los
holandeses, sin embargo, los que primero empezaron a propagar el cafeto en
América Central y del Sur, donde hoy en día reina sin rival como el principal
cultivo con fines comerciales del continente.
El café llegó primero a la colonia holandesa de Surinam en 1718, y
después se plantaron cafetales en la Guyana francesa y el primero de muchos en
Brasil, en Pará. En 1730 los británicos
llevaron el café a Jamaica, donde hoy en día se cultiva el café más famoso y
caro del mundo, en las Blue Mountains.
Llegado 1825, América Central y del Sur estaban en ruta hacia su destino
cafetero. Esa fecha es también
importante porque fue cuando se plantó café por primera vez en Hawai, que
produce el único café estadounidense y uno de los mejores.
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VIDA RURAL EN
FINLANDIA.
Elegir el
campo como lugar de retiro no solo se asocia a la idea de disfrutar de unas
merecidas vacaciones, sino también a la necesidad de mantener el equilibrio
entre la esfera personal y la profesional, además de favorecer el descanso, la
recuperación y el reencuentro con la naturaleza. Es el llamado zen nórdico.
“Los
finlandeses se desplazan al campo para descansar, disfrutar de la sauna, nadar
y compartir un tiempo de ocio de calidad con la familia o con los amigos”,
afirma Lana Lavonen, una profesora de yoga de origen ruso y finlandés que
también es asesora de medicina ayurveda. Lavonen pasó su infancia en la ciudad
rusa de Petrozavodsk, pero se trasladó a Finlandia hace ya 28 años, recién
cumplida la mayoría de edad.
“Algunos van
al campo a pescar y otros van con los amigos a tomar algo y a divertirse, pero
la mayoría de finlandeses huyen del ritmo trepidante de la ciudad en busca de
descanso”, añade Lavonen.
Ella es una
más entre los numerosos finlandeses que veranea en su casita de campo, un
fenómeno conocido como mökkielämä; o vida rural. Su casa está en Hämeenkoski, a
unos 100 kilómetros de Helsinki.
Según el
Instituto Nacional de Estadística finlandés, en diciembre de 2017 había
oficialmente cerca de medio millón de casas de campo en todo el país. Las
estadísticas oficiales solo contabilizan las cabañas básicas tradicionales,
cuyo tamaño medio no supera los 40 metros cuadrados. Dado que no se tienen en
cuenta las segundas residencias más grandes, probablemente el número real de
casas en Finlandia supera con creces las 507.000 (se estima que, como mínimo,
puede ser el doble o el triple de esta cifra).
De acuerdo
con las estadísticas, la ciudad de Kuopio, situada al este de Finlandia, lidera
el ránking de los destinos preferidos para casas de campo, con 10.789 casas. La
siguen Mikkeli, Parainen, Lohja, Savonlinna y Hämeenlinna (cerca de la salida
de Hämeenkoski, donde se encuentra la casa de Lavonen), con 8. 043 casas.
Para Lavonen,
desplazarse al campo implica dejar atrás el estrés de la ciudad, incluido el
trabajo.“Disfruto de la naturaleza, los paseos por el bosque, el silencio y la
soledad”, comenta. “Cuando estoy en el campo, mi vida no es tan atareada ni tan
frenética como en la ciudad, y además duermo mejor.”
Y la
naturaleza no solo es una fuente de alimentación en todos los sentidos, sino
que a Lavonen le sirve para cargar las pilas. “La vida en el campo me da
fuerzas y energía”, añade.
Un antiguo
proverbio finlandés sostiene que la sauna –el templo finlandés de la
relajación, el calor y el vapor– es la farmacia de los pobres “sauna on köyhän
apteekki”, un remedio natural para todo lo que produce malestar en los hombres,
las mujeres o los niños.

Pero, sin
lugar a dudas, lo más destacado de la experiencia que supone vivir en las casas
de campo finlandesas es la sauna situada a orillas de un lago. “Yo tomo una
sauna dos veces al día, por la mañana y por la noche”, explica Lavonen. “Te
calienta el cuerpo y te permite liberar toxinas a través del sudor. Después, me
doy un baño en un lago de agua helada y regreso a una sauna caliente. Resulta
refrescante, divertido y me sienta fenomenal”.
Pese a que,
tradicionalmente, no todas las casas de campo finlandesas están preparadas para
vivir durante el invierno, ni disponen de todas las comodidades de la vida
moderna, la cabaña de Lavonen posee electricidad y agua corriente, puesto que
también suele ir allí durante los meses más fríos del invierno.
Lavonen
aporta su toque personal a la experiencia de la vida tradicional en el campo
mediante la práctica del yoga en su casita de Hämeenkoski. “La naturaleza me
ayuda a relajarme y a conectar con mi mente. Y unida al yoga, me proporciona
mayor felicidad y paz interior”, comenta. “Cuando regreso del campo, me siento
feliz y relajada, con las pilas cargadas y lista para enfrentarme al ritmo
vertiginoso de la ciudad y poder combatir el estrés.”
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COMO EL PERRO
Y EL GATO
(Cuento)
Dicen que los
gatos y los perros han sido enemigos naturales desde siempre, pero… ¿es esto
cierto? Muchos dicen que un perro y un gato no pueden ser amigos, pero como
toda regla tiene su excepción, amiguitos, esta historia sobre un perro llamado
Sam y una gata llama Betty os lo demostrará.
Todo comenzó
a mediados de abril, un mes bastante agradable que a Sam le gustaba
especialmente, porque consideraba que no hacía ni demasiado frio ni demasiado
calor y, como él vivía en las calles, era la temporada ideal para dormir bajo
las estrellas. Un día de ese mes Sam se encontraba paseando con algunos amigos
cuando unos ladridos le alertaron de que un intruso se acercaba. Corrieron a
toda prisa y, al llegar, se encontraron con una gata que parecía enfadada y que
parecía asustada también, tal vez de los ladridos.
Es solo una
gata —Ladró Sam acercándose un poco más.
Los gatos no
son amigos —Ladró Pepe pidiendo a Sam que se alejara.
No me moveré,
está muy asustada. Dejadla tranquila —Ladró de nuevo Sam, mostrando sus grandes
dientes para hacerse respetar.
Tras esto,
los demás perros se intimidaron tanto que se fueron corriendo, dejando a Sam
solo con aquella gata asustada:
¿Cómo te
llamas? —Ladró Sam de manera tímida en señal de respeto.
Soy Betty
—Maulló ella, mientras se alejaba un poco más— Gracias por ayudarme.
¿Quieres ser
mi amiga? —Ladró Sam.
Mientras
Betty lo miraba fijamente y, tras unos largos segundos, comenzó a reírse con
unas carcajadas tan divertidas y tiernas que parecían estornudos.
Los gatos y
los perros no son amigos, todos lo saben. —Maulló Betty saltando a una caja
cercana.
Esas son
cosas tontas, todos podemos ser amigos. —Respondió Sam moviendo la cola de un
lado a otro— Además, si nos divertimos juntos… ¿qué importa lo que digan los
demás?
¿Y a qué
podríamos jugar? Somos muy diferentes —Maulló Betty mientras observaba cómo Sam
parecía cada vez más nervioso.
Tú corres y
yo te persigo, y luego yo corro y tú me persigues —Respondió Sam emocionado,
esperando que Betty comenzara a correr.

Tras aquellas
palabras Betty dudó un buen rato, pues sería raro que un perro y un gato
tuvieran una amistad, pero dejando de lado los prejuicios decidió ponerse a
jugar con Sam. Así, corrieron por todo el parque, por todo el puente y por todo
el río, riendo, saltando, maullando y ladrando. Aquello fue tan divertido que
quedaron de nuevo al día siguiente para seguir jugando, y desde entonces nunca
más se separaron. Sam alejaba a los perros que molestaban a Betty y ella le
ayudaba a conseguir objetos de lugares altos, además de hacerle muchísima
compañía.
Desde
entonces ambos, perro y gato, aprendieron una bonita e importante lección: que
un perro y un gato pueden ser grandes amigos, como cualquier otro ser vivo, y
que los grandes amigos (sean como sean) pueden hacerse compañía y cuidarse
mutuamente. Sam y Betty demostraron que, si es a cambio de estar acompañado, de
pasarlo bien y de vivir mil y una aventuras…¡bien vale llevarse como el perro y
el gato!
Tú corres y
yo te persigo, y luego yo corro y tú me persigues —Respondió Sam emocionado,
esperando que Betty comenzara a correr.
Tras aquellas
palabras Betty dudó un buen rato, pues sería raro que un perro y un gato
tuvieran una amistad, pero dejando de lado los prejuicios decidió ponerse a
jugar con Sam. Así, corrieron por todo el parque, por todo el puente y por todo
el río, riendo, saltando, maullando y ladrando. Aquello fue tan divertido que
quedaron de nuevo al día siguiente para seguir jugando, y desde entonces nunca
más se separaron. Sam alejaba a los perros que molestaban a Betty y ella le
ayudaba a conseguir objetos de lugares altos, además de hacerle muchísima
compañía.
Desde
entonces ambos, perro y gato, aprendieron una bonita e importante lección: que
un perro y un gato pueden ser grandes amigos, como cualquier otro ser vivo, y
que los grandes amigos (sean como sean) pueden hacerse compañía y cuidarse
mutuamente. Sam y Betty demostraron que, si es a cambio de estar acompañado, de
pasarlo bien y de vivir mil y una aventuras…¡bien vale llevarse como el perro y
el gato!