LA INTELIGENCIA DE LOS DELFINES.
Cuando un chimpancé observa una pieza de fruta o cuando un gorila
espalda plateada se da golpes en el pecho para ahuyentar a otro macho que
pretende acercarse, es difícil no vernos un poco reflejados en sus
comportamientos y aun imaginar lo que deben de estar pensando esos animales. Al
fin y al cabo, nosotros somos también grandes simios, y muchas veces su
inteligencia se nos antoja una versión reducida –o al menos familiar– de la
nuestra. Pero los delfines son otra cosa. Ellos «ven» con sonar y lo hacen con
una precisión tan formidable que a 30 metros son capaces de distinguir si un
objeto es de metal, plástico o madera. Es más, pueden «espiar» los impulsos
sonoros de ecolocación de otros delfines para averiguar qué es lo que «miran»
sus congéneres. A diferencia de los primates, carecen de respiración
automática y se cree que durante el sueño solo desactivan la mitad del cerebro.
Manejan cada globo ocular por separado. Constituyen una suerte de inteligencia
alienígena con la que compartimos planeta; observarlos quizá sea lo más
parecido a estar con un extraterrestre.
Los delfines son extraordinariamente locuaces. No solo emiten silbidos y
chasquidos, sino también series de sonidos fuertes de banda ancha: ráfagas de
sonidos pulsátiles para instruir a sus crías y ahuyentar a los tiburones. La
ciencia siempre se ha preguntado qué significan todos esos sonidos, si es que
significan algo. Lo lógico sería pensar que un animal de cerebro grande y
naturaleza extremadamente social no desperdiciaría tanta energía en generar
ruidos bajo las olas a no ser que esas vocalizaciones encierren algún tipo de
contenido con significado. Pero después de 50 años de estudios, nadie ha
logrado identificar las unidades básicas de vocalización de los delfines ni
sus mecanismos de combinación.
«Si consiguiéramos identificar una pauta que vincule vocalización y
conducta, estaríamos ante un logro mayúsculo», afirma Kuczaj, quien a sus 64
años es prácticamente el científico del ramo que más artículos ha publicado
sobre la cognición de los delfines. Cree que el trabajo que lleva a cabo en el
RIMS con los delfines sincronizados podría ser la piedra de Rosetta que
permitiría descifrar la comunicación de estos mamíferos, aunque añade: «La
sofisticación de los delfines los hace fascinantes, pero también tremendamente
difíciles de estudiar».
A pesar de todo lo anterior, no existen pruebas concluyentes de que los
delfines posean algún tipo de lenguaje, y algunos científicos se confiesan
exasperados ante una búsqueda tan perseverante como quijotesca. «Tampoco está
demostrado que los delfines no puedan viajar en el tiempo, doblar cucharas con
la mente y lanzar rayos láser por los espiráculos, escribe Justin Gregg, autor
de Are Dolphins Really Smart? The Mammal Behind the Myth. Quienes postulan que
los delfines tienen un idioma propio se prevalen de la omnipresente advertencia
científica de que “hay mucho que no sabemos” para colarnos sus tesis.»
Pero donde Gregg ve 50 años de fracasos, Kuczaj y otros investigadores
de renombre identifican una preponderancia de pruebas circunstanciales en las
que se basan para creer que simplemente no se ha sabido estudiar el problema
como es debido, con las herramientas adecuadas. Hasta hace unos diez años no
existían audiograbadoras subacuáticas de alta frecuencia como las que utiliza
Kuczaj para captar el espectro completo de las vocalizaciones que emiten los
delfines, de igual modo que hasta hace un par de años no llegaron los nuevos
algoritmos de extracción de datos que permiten hacer un análisis cabal de esos
sonidos. En resumidas cuentas, la vocalización de los delfines es o uno de los
grandes misterios por resolver de la ciencia o una de sus mayores quimeras.
Hasta que el género humano no les tomó la delantera, los delfines eran
probablemente las criaturas con mayor volumen cerebral, y tal vez con mayor
inteligencia, del planeta. En proporción a sus dimensiones corporales, el
delfín sigue teniendo uno de los cerebros más voluminosos del reino animal, por
delante incluso del chimpancé. El último antepasado común de humanos y
chimpancés vivió hace unos seis millones de años. Los cetáceos –entre los que
se cuentan los delfines– se escindieron del resto del linaje de los mamíferos
hace unos 55 millones de años y llevan 95 millones de años sin compartir
ancestro con los primates.
Esto significa que primates y cetáceos vienen recorriendo trayectorias
evolutivas diferentes desde hace una eternidad, lo que se traduce en
diferencias no solo en su morfología corporal, sino también en su naturaleza
cerebral. Por ejemplo, los primates tienen grandes lóbulos frontales, que son
los encargados de tomar decisiones y planificar. Los lóbulos frontales de los
delfines son muchísimo más modestos, lo que no impide que demuestren una
impresionante competencia a la hora de resolver problemas y, por lo que se ha
observado, de planificar el futuro.
Los primates procesamos la información visual en la parte posterior del
cerebro y la información lingüística y auditiva, en los lóbulos temporales,
localizados en los laterales del cerebro. Los delfines procesan la información
visual y auditiva en distintas zonas del neocórtex, y las rutas que esa
información sigue para llegar y para salir del córtex son radicalmente
diferentes. Los delfines poseen además un sistema paralímbico muy desarrollado
y definido para procesar las emociones. Una hipótesis postula que esta
característica podría ser esencial para los fortísimos vínculos sociales y
emocionales que cohesionan las comunidades de delfines.
«Un delfín solitario no es un verdadero delfín –afirma Lori Marino,
psicobióloga y directora ejecutiva del Centro Kimmela de Defensa de los
Animales–. Ser delfín significa pertenecer a una compleja red social. Más
todavía que en el caso de los humanos.» Cuando los delfines se ven en apuros,
hacen gala de un grado de cohesión raras veces observado en otros grupos de
animales. Si un individuo enferma y se dirige hacia aguas someras, en ocasiones
lo acompaña el grupo entero, lo que explicaría muchos varamientos colectivos.
Es como si demostrasen una fijación singular en el delfín varado, explica
Marino, «y la única manera de romper esa concentración pasa por ofrecerles un
estímulo igual de fuerte que los saque de allí». En 2013 se evitó que un enorme
grupo de delfines varase en masa en la costa de Australia gracias a la
intervención humana: capturaron un ejemplar juvenil del grupo, lo llevaron a
mar abierto y sus llamadas de auxilio alejaron a los demás de la costa.
¿Por qué son precisamente los delfines, de entre tantas criaturas que
pueblan la tierra y el mar, los que han llegado a tener un cerebro tan
voluminoso? La respuesta aguarda en el registro fósil. Hace unos 34 millones de
años los ancestros de los delfines modernos eran enormes criaturas de dentadura
lobuna. Por aquella época, se postula, un período de significativo enfriamiento
oceánico alteró las fuentes de alimento y generó un nuevo nicho ecológico, que
ofrecía nuevas oportunidades a los delfines y que mudó su forma de cazar. El
cerebro fue ganando tamaño y aquella dentadura temible dio paso a los discretos
dientes cónicos que tienen los delfines actuales. Las variaciones registradas
en los huesos del oído interno sugieren que en ese mismo período surgió también
la ecolocación, posiblemente porque algunos delfines pasaron de ser cazadores
solitarios de grandes peces a cazadores colectivos de bancos de presas más
pequeñas. Los delfines se volvieron más comunicativos, más sociales… y es muy
probable que más inteligentes.
Richard Connor estudia la vida social de los delfines en Shark Bay,
Australia, y ha identificado tres niveles de alianza dentro de su red social,
amplia y abierta. Los machos tienden a formar parejas y tríos que emprenden el
cortejo agresivo de unas hembras a las que mantienen muy vigiladas. Algunas de
esas parejas o tríos de machos constituyen relaciones de notable estabilidad
que pueden durar décadas. Los machos también pertenecen a grupos más nutridos,
de entre 4 y 14 individuos, que Connor denomina alianzas de segundo orden.
Estos equipos se reúnen para robar hembras ajenas y defender las propias, y
llegan a durar 16 años. Connor ha observado colectivos aún mayores –alianzas de
tercer grado– que se forjan cuando estallan grandes batallas entre alianzas de
segundo grado.
Dos delfines pueden ser amigos hoy y enemigos mañana, dependiendo de los
congéneres que los rodeen. Los primates suelen tener una mentalidad de «o
conmigo o contra mí» cuando se trata de discriminar colectivos y sus miembros.
Pero las alianzas que establecen los delfines parecen ser extremadamente
complicadas y coyunturales. Quizá la necesidad de llevar la cuenta de todas
esas relaciones explique en parte su importante volumen cerebral.
Estos cetáceos figuran además entre los animales más cosmopolitas del
planeta: parecen ocupar todos los ambientes marinos y, como los humanos, han
demostrado su ingenio a la hora de descubrir estrategias de alimentación
específicas de cada uno de los entornos que habitan. En Shark Bay algunos
delfines mulares desprenden esponjas del lecho marino y se las colocan en el
hocico para protegerse mientras registran la arena en busca de pececillos
ocultos: es una especie de uso primitivo de herramientas. En las aguas someras
de la bahía de Florida los delfines echan mano de su velocidad natatoria, que
puede superar los 32 kilómetros por hora, para describir raudos círculos en
torno a cardúmenes de mújoles y levantar cortinas de lodo que obligan a los
peces a saltar fuera del agua… y caer de lleno en sus bocas bien abiertas. Los
delfines oscuros de la Patagonia acorralan los bancos de anchoas para que
formen esferas perfectas que a continuación engullen por turnos.
Todos estos comportamientos llevan la impronta de la inteligencia.
¿Pero qué es la inteligencia, en realidad? Si nos apuran, hemos de reconocer
que cuando hablamos de inteligencia a menudo estamos evaluando hasta qué punto
otra especie se parece a la nuestra. Kuczaj piensa que es un error. «La
cuestión no es si los delfines son más o menos inteligentes, sino cómo es la
inteligencia del delfín.»
Hay personas que hacen retiros espirituales para comunicarse con los
delfines, mujeres que eligen dar a luz en presencia de estos animales y centros
que afirman utilizar los poderes de la energía de estos cetáceos para tratar
enfermos. «Seguramente hay más ideas peregrinas sobre los delfines pululando por
el ciberespacio que delfines en el mar», escribe Gregg. Y muchas de esas
ocurrencias son cosecha de una sola persona: John Lilly, un neurofisiólogo
iconoclasta del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos que empezó
a estudiar los delfines en la década de 1950. En libros que fueron superventas
editoriales, Lilly fue el primer científico en postular que aquellos «humanos
del mar» poseían un lenguaje propio. Casi en solitario, escribe Gregg, «[Lilly]
logró transformar lo que a principios del siglo XX se consideraba un curioso
pez pulmonado en un animal de inteligencia tan sofisticada que merece la misma
protección constitucional que tú y yo».
Con la financiación de importantes grupos de patrocinio científico,
Lilly fundó en las islas Vírgenes estadounidenses un centro de investigación
donde se intentó que un delfín llamado Peter aprendiese a hablar inglés.
Llegados los años sesenta, los experimentos se hicieron cada vez más chocantes
–llegó a administrar LSD a los delfines– y el grifo económico empezó a
cerrarse. Lilly acabó recalando en los rincones más marginales de la
contracultura, arrastrando consigo la credibilidad del campo que había ayudado
a crear. El «idioma» de los delfines pasó a ser tema intocable hasta que en
1970 un psicólogo de la Universidad de Hawai llamado Louis Herman fundó en
Honolulu el Laboratorio de Mamíferos Marinos de Kewalo Basin.«Queríamos
educarlos para que revelasen su potencial cognitivo –recuerda Adam Pack, de la
Universidad de Hawai en Hilo, quien trabajó en el laboratorio durante 21 años–.
Criábamos a los delfines como quien cría a un niño.»
En Kewalo Basin dos hembras de delfín mular en cautividad, Phoenix y
Akeakamai, fueron criadas en un entorno de educación constante y adiestradas en
el uso de un lenguaje artificial. Ambas aprendieron a asociar sonidos o gestos
de las manos con objetos, acciones y modificadores.
A Phoenix se le enseñó un idioma acústico en el que las palabras se
presentaban en el mismo orden en que debían realizarse las tareas, mientras que
a Akeakamai se le enseñó un idioma gestual en el que el orden de las palabras
difería del orden de las acciones. Aunque en teoría Phoenix sabía responder
palabra por palabra, Akeakamai no era capaz de interpretar las instrucciones
hasta haber visto la secuencia de gestos completa.
Nadando en una piscina llena de objetos, los delfines realizaban las
tareas correctamente más del 80 % de las veces. Akeakamai murió en 2003 y
Phoenix, en 2004. Sus cenizas fueron llevadas a mar abierto en tablas de surf y
lanzadas al agua, y el único centro de investigación del mundo dedicado
exclusivamente a comprender la mente de los delfines cerró sus puertas. Un gran
interrogante quedaba sin respuesta: ¿por qué Phoenix y Akeakamai habían
aprendido aquellos idiomas con tanta facilidad? Según Herman, los idiomas
impuestos posibilitaron que Phoenix y Akeakamai expresasen unas habilidades
cognitivas fabulosas que comparten con todos los delfines mulares –y quizá con
otras especies de delfín– de un modo que jamás habrían revelado en estado
salvaje. Pero, ¿tienen los delfines alguna forma de comunicación natural que
los humanos podamos percibir y en última instancia comprender?
Los delfines son excelentes imitadores y alumnos avispados. El objetivo
de Herzing es conseguir que unas cuantas hembras jóvenes que conoce desde su
nacimiento asocien tres silbidos reproducidos por el CHAT con tres objetos
concretos: un fular, una cuerda y un pedazo de sargazo, un alga parda con la
que suelen jugar los delfines en estado salvaje. Esas tres «palabras», confía
Herzing, formarán los rudimentos de un creciente léxico de silbidos compartido
por ella y sus delfines: la base de un idioma artificial con el que quizá
puedan comunicarse algún día.
«En cuanto lo asimilen, creemos que todo irá muy rápido –dice Herzing–.
Como son criaturas sociales, aprovechamos que haya otros individuos mirando.
Son como niños en un parque.»
Herzing, de 58 años, es una mujer alegre y optimista. En sus sesiones
submarinas, cara a cara con los delfines a veces durante varias horas seguidas,
ha grabado y archivado miles de horas de filmación de todos los comportamientos
habidos y por haber de estos cetáceos. También ha conseguido recopilar una base
de datos colosal con las vocalizaciones de sus parlanchines objetos de estudio.
A bordo del Stenella iba otro científico eminente, Thad Starner,
profesor de informática del Instituto Tecnológico de Georgia. Pionero de la
informática «ponible», Starner es también director tecnológico en Google, donde
trabaja en el dispositivo de visualización Glass, que portado a modo de gafas
permite al usuario acceder a internet en el transcurso de su vida diaria.
Starner tiene 45 años, pero sus rizos rubios y sus ojos abiertos de par en par
hacen que parezca un muchacho. Prácticamente no se despoja del dispositivo
Glass y toma notas con un teclado que lleva acoplado en la izquierda y que cabe
en la palma de su mano. El CHAT salió de su laboratorio. Ahora va a pasar diez
días a bordo realizando ensayos técnicos y recogiendo datos.
FUENTE: NATIONAL GEOGRAPHIC.
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LAS MARIPOSAS Y SU SIMBOLOGÍA.
La mariposa está asociada a los viajes entre los mundos en busca del
conocimiento, atravesando fronteras y con las experiencias propias de la
inconsciencia que nos enriquecen.
La mariposa es símbolo de los «sidhe» y representa una metamorfosis, una
transición metafórica de los espíritus que esperan renacer, morir en el otro
mundo para nacer en este en un perpetuo intercambio. A estos espíritus que han
de volver a nuestro mundo, se les solía representar como a las hadas montados
en mariposas, para recordarnos el simbolismo de este aspecto transformador.
Es el símbolo de la transformación total, representa la necesidad de
cambio y de mayor libertad y a la vez valentía.
En la antigüedad, se creía que la transformación asombrosa de la
mariposa era similar al viaje del alma de un cuerpo terrenal a un cuerpo
espiritual. Es símbolo de inmortalidad, de renacimiento y resurrección.
Que una mariposa blanca entre en tu casa en primavera o verano significa
que tu suerte va a cambiar para mejor.
En griego su nombre es psyche al igual que alma. Se pensaba que la
psyche salia volando de la boca del que muere como si fuera una mariposa.
En el sueño es anuncio de buena suerte y prosperidad.
La mariposa simboliza la ligereza, la inconstancia, y la imprudencia.
Pero en la mariposa también existe otro símbolo y es el de su transformación
desde una repugnante oruga hasta una hermosa y ligera mariposa, con lo que
simboliza al alma, a la muerte y al renacimiento bajo una forma más elevada.
El fallecimiento del cuerpo humano es idéntico a lo que sucede cuando
una mariposa emerge de su capullo. El capullo puede compararse al cuerpo
humano, pero no es idéntico a tu ser real, sino que se trata solamente de la
casa donde vive por un tiempo. Morir es mudarse de una casa a otra mucho más
bella. Una mariposa que emerge…
Seguramente alguna vez escuchaste decir que si una mariposa blanca vuela
sobre ti es una señal de suerte o que alguien a quien estimas mucho te
visitará. Tal vez te dijeron que simplemente si vez una mariposa has recibido
una suerte automática, que se cree que ellas poseen.
Las mariposas son unos insectos que presentan diferentes variedades y
colores, y que son muy populares en el mundo no solo por su belleza y
representatividad, sino también por ser elementos importantes en la naturaleza
(como todos y cada uno de los seres en este delicado equilibrio) y por encerrar
un significado místico muy especial.
Las mariposas, representan el alma femenina, es por eso que son
comúnmente usadas por las mujeres, encierra la delicadeza, la fragilidad y su
vuelo suave y lleno de calma evidencia el gran aspecto positivo de ellas.
Los antiguos habitantes Celtas, que tienen gran relación en cuanto a
simbología y creencias, reconocían a las mariposas como hadas y se creía
incluso que eran pequeños seres voladores con poderes sobrenaturales.
Otras Culturas asocian a las mariposas con la metamorfosis y su
capacidad para ser nexo entre la vida y la muerte, afirmando que ellas son
capaces de preservar vidas del pasado y darles la oportunidad de regresar a la
vida bajo la apariencia de hadas.
Siempre es preciso tener alguna imagen representativa en casa, pues
podemos atraer de esta manera a nuestro hogar la suerte y buena vibra que
poseen estos frágiles insectos.
Busca un lugar en tu casa en el que tengas objetos de real valor
afectivo (fotos, recuerdos) y coloca junto a ellos piezas en las que sean
apreciables las mariposas, enciende una vela blanca por las tardes y de manera
simbólica mantenla prendida hasta el anochecer. Haciendo esto todos los días
ayudarás a los que quieres a mantenerse saludables y mejorar en todos los
aspectos de su vida.
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VENTAJAS Y DESVENTAJA DE VIVIR EN EL CAMPO.
VENTAJAS.
1. Estar en contacto con la naturaleza. Una de las principales ventajas
de vivir en el campo es poder respirar aire puro, estar en un entorno sin
polución en el ambiente.
2. Ritmo de vida tranquilo. Vivir en el campo, aunque no está exento de
responsabilidades, permite vivir la vida de forma más pausada y tranquila. El
entorno es ideal para tener más tiempo para uno mismo, para pararnos a observar
más detenidamente las cosas y reflexionar sobre ellas.
3. Los precios son más baratos. Por lo general el tema económico es uno
de los factores que más se tiene en cuenta a hora de decidir dónde vivir. Lo
más habitual es que los precios de vivienda sean más bajos que en la ciudad y
que tanto las tasas como los impuestos a pagar también sean menores.
4. Nueva oportunidad de negocio. En la actualidad, la importancia por
estar en contacto con la naturaleza o por comer de forma sana y natural es un
valor en alza. Por eso el creciente interés por consumir productos ecológicos
permite que el campo se convierta, desde un punto de vista laboral, en un
abanico lleno de posibilidades de negocio, desde la creación de huertos
ecológicos, actividades al aire libre hasta el alquiler de casas rurales,
cuando lo que se quiere es desconectar unos días del ritmo frenético de la
ciudad.
DESVENTAJAS.
1. Vida social menos activa
Las zonas rurales no cuentan con las actividades que se realizan en la
ciudad ni las facilidades que brinda para sociabilizar con otras personas.
2. Menor conectividad
La última tecnología tarda más en llegar, y los niveles de conectividad
suelen ser bajos en zonas rurales.
3. Menor acceso a servicios de salud y medios de transporte
Sin la organización, infraestructura y concentración de población de la
ciudad, el fácil acceso a hospitales y medios de transporte es dificultoso.
4. El estilo de vida puede hacerse monótono
Esto hasta cierto punto es relativo. Para alguien acostumbrado a la vida
en la ciudad, el campo puede hacerse aburrido y monótono.
5. Menores oportunidades laborales.