ARTE CULTURAL AFRICANO.
Las
artes africanas son fiel reflejo de las ricas historias, filosofías, religiones
y sociedades de los habitantes de este vasto continente. El arte africano,
además de su importancia inherente a las gentes que lo produjeron, ha servido
de inspiración a algunos de los más importantes artistas y movimientos del arte
contemporáneo tanto de Europa como de América. Los artistas occidentales del
siglo XX han admirado la importancia que se concede a la abstracción en el arte
africano, estimulando con ello su falta de preocupación por el naturalismo.
La
historia del arte africano se remonta a los tiempos prehistóricos. Entre las
formas artísticas más antiguas están las pinturas y grabados en piedra de
Tassili n’Ajjer y Ennedi, en el Sahara (6000 a.C. y siglo I d.C.). Otros
ejemplos de arte primitivo los tenemos en las esculturas modeladas en arcilla
de los artistas de la cultura Nok, al norte de Nigeria, fechadas entre el 500 y
el 300 a.C.; también en los decorativos trabajos en bronce de Igbo-Ukwu (siglos
IX y X d.C.), y en las magníficas esculturas en bronce y terracota de Ifé (del
siglo XII al XV d.C.). Estas últimas muestran tal habilidad técnica y están
representadas de forma tan naturalista que en un principio, aunque
erróneamente, se consideró que estaban inspiradas en la Grecia clásica. Las
ricas tradiciones artísticas africanas continúan hoy día, tanto en su línea más
tradicional como a través de nuevos y renovadores modos de expresión.
La
tradición artística africana abarca la escultura en figuras y máscaras, la
arquitectura con estructuras de tipo doméstico, el mobiliario, la cerámica, los
tejidos y las joyas. La decoración corporal con pinturas, peinados, tocados y
tatuajes, o incisiones y las pinturas en edificios y ropas, forman también una
parte destacada del patrimonio artístico africano.
Los
materiales más comúnmente empleados son la madera, las fibras textiles, el
metal, el marfil, la arcilla, la tierra y la piedra. Las formas de
representación dentro de cada elemento varían desde un relativo naturalismo a
la abstracción absoluta, con unos estilos artísticos en consonancia con la
tradición estética establecida en cada área cultural. Los artistas africanos
trabajan generalmente como especialistas, recibiendo su instrucción y
enseñanzas de otros artistas ya consolidados que viven en sus mismas
comunidades o áreas culturales. En ciertos reinos antiguos, como el de Benín en
Nigeria, la formación de los jóvenes artistas era controlada por importantes y
activos gremios. Entre los cercanos yoruba se fueron desarrollando escuelas de
artistas a partir de grupos familiares locales. A menudo la profesión artística
se vio como algo hereditario, pasando el talento de generación en generación, y
relacionando muchas veces la creatividad y el éxito a cualidades divinas
heredadas de los ancestros. Entre los pueblos dogones y bambara de Malí, por
este motivo, todos los escultores fueron seleccionados de entre un antiguo
grupo de herreros con costumbres endogámicas. El lugar de trabajo y los
materiales empleados fueron también elementos importantes para el artista
durante el proceso creador. A menudo éstos fueron controlados por severas
medidas y prohibiciones de carácter religioso.
En
algunas culturas africanas se aceptaron modelos estéticos intencionadamente
distorsionados para retratar personajes de conducta antisocial. Los ibo e
ibibio de Nigeria, por ejemplo, hicieron máscaras imitando horrendos y morbosos
monstruos de facciones asimétricas para representar con ellas a los individuos
revoltosos, malos o peligrosos. Estas máscaras solían compararse frecuentemente
con otras de mayor belleza y factura estética, en las que se retrataba a los
personajes disciplinados, buenos o pacíficos de la tribu.
De
acuerdo con ello, las mujeres suelen representarse como madres, generalmente
amamantando o acunando a su hijo. Los hombres, en cambio, suelen aparecer bien
como ancianos, los jefes tradicionales de la comunidad, bien como guerreros
montando a caballo o pertrechados para la lucha. Los temas sociales destacan,
asimismo, en muchas representaciones de máscaras. En estas representaciones las
características humanas y animales, personificadas por seres humanos debidamente
vestidos y enmascarados, adoptan una gran variedad de papeles para ejemplificar
con ellos las formar correctas e incorrectas de la conducta social. En las
representaciones de los ijo y de los ibo, al sur de Nigeria, se han encontrado
diversos modelos de conducta antisocial, como, por ejemplo, el avaro, el
codicioso, la prostituta, el médico incompetente y el abogado sin escrúpulos.
En las representaciones egungun de la vecina tribu yoruba, el chismoso, el
glotón y el extraño amaneramiento de los extranjeros forman parte destacada
dentro de los modelos sociales negativos.
Entre
los dam (Liberia), kota (Gabón), pende (Zaire) y otros pueblos, la gente lleva
máscaras imitando a jueces y policías. Las máscaras de los kwele gon de Gabón
son ejemplos particularmente buenos de este tipo de representaciones de la
comunidad oficial. Gracias a su anonimato y sus poderes especiales, estas
figuras enmascaradas de los gon tienen poder para romper los códigos y
prohibiciones sociales establecidas como medio para redistribuir la comida y
los animales en épocas de gran escasez dentro de la comunidad tribal. Un modo
diferente de control social es el realizado por ciertas figuras y motivos
arquitectónicos en determinadas zonas de África. Las figuras relicario de los kota,
sogo y fang de Gabón, por ejemplo, se utilizan como imágenes protectoras para
custodiar las ancestrales reliquias sagradas de la tribu de posibles robos o
daños. En el mismo sentido, los dogones de Malí y los senufo de Costa de Marfil
tienen puertas minuciosamente talladas que, según la creencia popular,
protegían los objetos sagrados y los suministros de comida de la comunidad.
Los
bambara de Malí llevan a las ceremonias y ritos de cultivo y cosecha de los
campos elegantes tocados de antílope de madera representando a Chi Wara. Chi
Wara, mítico inventor de la agricultura para los bambara, aseguran que se
sepultó él mismo bajo tierra como un acto de autosacrificio. La danza de las
máscaras Chi Wara sobre los campos agrícolas (la tumba de Chi Wara) sirve a la
vez para honrarle y para recordar a los jóvenes granjeros bambara el duro
sacrificio que ellos deben hacer cada año. Entre los senufo de Costa de Marfil
se utilizan figuras delicadamente talladas con el mismo fin de alentar a los
agricultores en su difícil tarea. En este caso, estacas daleu con imágenes de
pájaros o figuras femeninas se afianzan en la tierra al final de cada hilera de
plantas cultivadas. Estos postes actúan a modo de metas, marcadores y trofeos
en las competiciones agrícolas.
En
otra dimensión, el arte africano actúa como referencia o registro visual de
importantes personajes o acontecimientos del pasado. Así, los dogones de Malí
han grabado numerosas imágenes de sus legendarios antepasados, los nommo, que
descendieron del cielo al comienzo de los tiempos. Estas figuras nommo (algunas
de las cuales alzan sus manos hacia el cielo señalando su lugar de origen) han aparecido
sobre puertas de graneros, en pinturas en el interior de las cuevas y en
edificios sagrados.
En
el poderoso reino de Benín, en Nigeria, se hicieron igualmente laboriosas
planchas en relieve vaciadas en bronce (sistema de la cera perdida) representando
a personajes y acontecimientos del pasado, con escenas de batallas, encuentros
con dignatarios extranjeros, procesiones cortesanas, nobles con sus ropas de
gala, ceremonias religiosas y músicos.
Las
culturas africanas subsaharianas pueden agruparse geográficamente atendiendo a
su clima, topografía y organización social. Algunas de estas culturas han
desaparecido, quedando sólo sus manifestaciones artísticas; otras han
sobrevivido, con lo que su tradición artística continúa.
Entre
las tradiciones artísticas más conocidas de la sabana occidental están las de
los dogones, bambara, mossi, bobo y tamberma que habitan las llanuras secas y
herbáceas de Malí, Burkina Faso y Togo. Las artes plásticas de los dogones, una
de las tribus más aisladas, han sido especialmente bien estudiadas. Los dogones
tienen una rica y compleja base filosófica sobre la que apoyaron sus
producciones artísticas. Sus poblados, por ejemplo, semejan una forma humana,
representando a los nommo, primeros seres humanos creados por el dios Sol y
creador de los dogones. Partes importantes de la fisonomía en que se
estructuran estos poblados son: la cabeza, el tórax, las manos, los genitales y
los pies. Las máscaras dogones, realizadas por la asociación de hombres awa, representan
la imagen que los dogones tienen del mundo en su totalidad, con los animales y
gentes que lo habitan. El antílope, el pájaro, la liebre, las mujeres fulani y
los hombres samana son algunas de las formas y modelos que aparecen en las
representaciones de tipo funerario de esta asociación. Otras máscaras, a su
vez, se inclinan más hacia la representación de conceptos filosóficos más
abstractos. Una de ellas, la serpenteante máscara Gran Madre de 9 metros de
largo, rememora a la muerte. Otra, la cruciforme máscara Kanaga, recrea, junto
con los motivos de danza representados, el origen del mundo.
Más
al este, entre el grupo lingüístico de los tamberma de Togo, la arquitectura
doméstica ha alcanzado la cima de belleza y complejidad simbólica. Los ‘castillos’
de barro de 2 pisos utilizados por este pueblo sirven no sólo de viviendas,
sino también como fortalezas, catedrales, teatros y diagramas cosmológicos. Al
igual que el pueblo dogon, cada casa tamberma adopta las distintas formas
humanas. De acuerdo con ello, las fachadas aparecen esgrafiadas con los mismos
diseños utilizados por las mujeres en sus adornos. Algunas partes del cuerpo se
relacionan con determinados elementos de la vivienda, y así, por ejemplo, la
puerta con la boca, la ventana con los ojos, la piedra de moler con los
dientes, y así sucesivamente.
La
gran masa forestal de la costa oeste, bañada por el Atlántico, a menudo llamada
costa de Guinea, engloba las distintas culturas y artes de Guinea, Sierra
Leona, Liberia y Costa de Marfil en el oeste, y Ghana, Togo, Benín y Nigeria en
el este. En los bosques de la costa occidental, el arte está controlado y
patrocinado por asociaciones de hombres y mujeres del tipo de los sandé y los
poro. En la sociedad de mujeres sandé de los mende (Sierra Leona), tienen
particular importancia sus máscaras, bruñidas en negro, que reflejan la belleza
y riqueza del mar. Tales máscaras son llevadas por los líderes femeninos de la
asociación en las ceremonias de iniciación de las jóvenes mujeres que ingresan
en la comunidad. La más bella de estas máscaras refleja, a su modo, las
características que los mende admiran de sí mismos: una frente elevada,
despejada, un tocado ricamente elaborado, y un cuello de marcada elegancia.
De
Liberia y Costa de Marfil son los dan, kran y guere poro, que representan en
sus máscaras a diversos personajes relacionados con su asociación, como el
juez, el cantante y el corredor. Formas elegantes, superficies negras y
brillantes, y complicados tocados son sus principales características. Cuando
las máscaras no se usaban se guardaban en una casa sagrada especial para ellas
bajo la protección del amo o maestro. La esposa de este importante personaje
tiene su propio objeto especial: una cuchara decorada que enseña en las fiestas
de la comunidad.
En
Ghana, Togo, Benín y Nigeria, en la costa atlántica, se han encontrado algunas
de las mejores piezas artísticas de carácter aristocrático de todo África.
Quizá el más famoso de los reinos es el de la dinastía Benín en Nigeria. La
ciudad regia de Benín (no debe confundirse con el reciente y vecino país del
mismo nombre) tuvo su momento de esplendor en los siglos XVII y XVIII, siendo
comparada por los viajeros que la visitaban con las grandes ciudades contemporáneas
de los Países Bajos. El palacio del rey era especialmente impresionante. Todos
sus muros estaban recubiertos con magníficas y bellas planchas de bronce
fundido, de las que se decía que brillaban como el oro. Cada uno de los tres
edificios principales del palacio estaba rematado por grandes torretas que
soportaban gigantescos pájaros y pitones de bronce. En los altares del palacio
real se desplegaban cabezas conmemorativas de bronce, tanto para las fiestas
privadas como para las oficiales.
En
los bosques ecuatoriales y en las regiones de la sabana que se extienden por
todo Gabón, Zaire y países limítrofes al este y al sur, destacan aún otras
manifestaciones artísticas. En las culturas del sur de la República Democrática
del Congo, tienen particular importancia las figuras femeninas. La casa del
jefe de los pende, por ejemplo, presenta a menudo sobre su tejado una imagen de
mujer a escala natural. Dicha figura sostiene, a veces, a un niño (símbolo de
la línea familiar y futuros herederos) y a veces, un hacha (símbolo del poder).
Arte
contemporáneo.
Muchas
las artes tradicionales de África están todavía en pleno uso y vigencia. Como
en todos los periodos artísticos, coexisten actualmente en África importantes
innovaciones junto con significativos conservadurismos estilísticos. Los
avances en los medios de comunicación experimentados en el continente africano
han facilitado la dispersión y difusión a gran escala de las diversas formas
artísticas entre sus distintas culturas. Algunas máscaras de estilo nigeriano
se están usando con asiduidad entre las poblaciones de Ghana y otras tribus de
la costa de Guinea.
Ha
estado sujeto a influencias exteriores. Por ejemplo, la arquitectura y los
motivos decorativos islámicos pueden verse en muchas de las manifestaciones
artísticas de la zona norte, especialmente en Nigeria, Malí, Burkina Faso y
Níger. Motivos estampados similares a los utilizados en la India, se han
encontrado en las esculturas y máscaras de los ibibio y efik, a lo largo de la
costa sur de Nigeria. Algunos artistas contemporáneos han adoptado temas
cristianos para los diseños de puertas, artesonados y pilas bautismales de las
iglesias y catedrales del África cristiana. En fechas recientes, los artistas
han encontrado sus principales fuentes de mecenazgo en los bancos,
establecimientos comerciales, oficinas gubernamentales y cortes de los nuevos
países. El turismo también ha contribuido a favorecer la demanda de arte
africano, especialmente máscaras decorativas y esculturas ornamentales de ébano
o marfil, dentro de los límites oficialmente permitidos.
El
desarrollo de las escuelas de arte y arquitectura en las ciudades del África
subsahariana ha alentado a los artistas a trabajar en nuevos materiales, como
el cemento, el óleo y otras pinturas, tinta, piedra, aluminio y una gran
variedad de medios gráficos. Las imágenes y diseños así creados reflejan una
vibrante fusión entre la tradición africana y el Occidente contemporáneo.
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