viernes, 23 de abril de 2021

EL ACUARIO Y LA FELICIDAD DE LOS PECES - LOS TETRÁPODOS - CICLISMO NOCTURNO - ¿QUE ES SOMBRA? - EL AMANECER (CUENTO)

EL ACUARIO Y FELICIDAD DE LOS PECES.
 
Junto con ciertas aves y roedores, los peces constituyen -después de los perros y los gatos- el segundo grupo de animales más elegidos como mascotas. Existen muchos mitos acerca de los peces. Tal vez el más extendido sea el de su escasa memoria: estudios científicos han comprobado que pueden recordar información al menos durante varios días. Otra creencia muy extendida es que pueden vivir sin problemas en peceras, incluso aunque sean pequeñas, siempre y cuando se mantenga el agua en buen estado. ¿Es esto cierto? ¿Pueden ser felices los peces en un acuario?
"En el entorno académico, de los grupos animalistas y de las administraciones reguladoras existe ahora mismo una polémica viva y un seguimiento activo sobre el tema del bienestar en peces", explica Lluís Tort, doctor en biología y coordinador de la Unidad de Fisiología Animal de la Universidad Autonóma de Barcelona (UAB). "De la misma manera que ha pasado con los animales terrestres de granja y de compañía, los peces ahora mismo están en el punto de mira de estos tres sectores".
Tort añade que, para los científicos, el desafío consiste en "determinar si los peces sufren y demostrarlo científicamente a base de estudios neurológicos, farmacológicos y del comportamiento". Para los grupos animalistas, "tratar de disminuir el número de peces implicados en acuicultura, pesca y acuariología". Por su parte, para las administraciones, el reto es "asumir qué regulación hay que promover o dictar para evitar malas prácticas respecto al bienestar de los peces".


En todo caso, lo que también es necesario definir es el concepto de "felicidad" aplicado a los animales. Lluís Tort especifica que "los conceptos que utilizamos para los humanos son generalmente inadecuados para asociarlos a los animales, aunque sean animales de compañía, porque es muy difícil demostrar que ellos experimentan sentimientos como la felicidad". En todo caso, propone Tort, la pregunta debiera limitarse a si se pueden tener en casa como mascotas o no. Su respuesta es que en general sí, en tanto en cuanto se cumpla con cuatro requisitos esenciales:
Adecuar el medio ambiente del pez a condiciones cercanas a su medio natural.
Darle acceso a la comida que necesita.
Mantener al pez libre de enfermedades.
Permitirle desarrollar su comportamiento básico.

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LOS TETRÁPODOS: VENTAJAS.
 
El tetrápodo es un elemento de hormigón compuesto de cuatro pies troncónicos de ejes concurrentes dispuestos simétricamente de manera que los centros de sus bases constituyen los vértices de un tetraedro. La aplicación de tetrápodos en las obras marítimas de protección es reciente. Su desarrollo tuvo origen en el “Etablissements Neyrpic’s Laboratoire Dauphinois d’Hydraulique” en Grenoble, Francia, como resultado de una serie de ensayos con modelos hidráulicos, que permitían observar el mecanismo de ataque de las olas sobre obras marítimas de escolleras. Las investigaciones se llevaron a cabo a raíz de las conclusiones a que llegó el Congreso Internacional de Navegación celebrado en 1949. En esa oportunidad se dio importancia a la idea de que la fuerza o empuje de las olas podría aniquilarse parcialmente por si misma a través de una construcción con una red de espacios huecos, dividiendo el gran cuerpo atacante del agua en numerosas corrientes turbulentas y pequeñas con distinta dirección de empuje.
Esta particular forma del elemento, permite construir revestimientos toscos, debido a su alta porosidad (50% de vacíos), las presiones o empujes hacia arriba no afectan la estructura, y cuando se coloca en una pendiente muy pronunciada, son capaces de atenuar el oleaje de gran altura. De modo idéntico, con su forma relativamente compacta, presenta secciones de transición entre las “piernas” y el “cuerpo”, lo que le da una fuerza considerable; también según pruebas el refuerzo de acero es innecesario en la creación de la pieza, lo que es una gran ventaja
para una obra con destino marítimo. (Danel, et al., 1962)
 En nuestro país el uso de elementos pre fabricados para construir obras de protección
 portuaria no ha sido utilizado hasta el presente día, por consiguiente, este método de diseño resulta innovador y novedoso en el medio.


VENTAJAS DEL USO DE TETRÁPODOS
 
• No contaminan al estar constituidos mayoritariamente de material inerte.
• Estabilizadores de corrientes al impacto en periodo de marejadas.
• No hay alteración o efectos secundarios a zonas vecinas pues son elementos
disipadores y no direccionadores.
• Al haber mayor área de contacto sub-acuática facilita el establecimiento de nuevas especies acuáticas.
• Crea refugios a la fauna marina por tal motivo son considerador para generar arrecifes artificiales.
• Estabilizador de taludes y terrenos ganados al mar al incrementar el ángulo de reposo de la plataforma o coraza.
• Durabilidad a los agentes naturales por largo periodo (años)

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CICLISMO NOCTURNO: CONSEJOS.
 
        CONSEJOS:
 
· Use siempre luces delanteras y traseras (rojas).
· Hay que saber diferenciar bien entre las luces de posición (para ser vistos) de las de alumbrado (para ver el camino). La trasera puede ser de posición, pero para una ruta en el monte para alumbrar el camino necesitamos luces potentes.
· Vestir siempre prendas reflectantes o las más reflectantes que tengamos.
· Es esencial que revisemos el estado de la batería antes de una salida (cargar las baterías antes de salir) y comprobar que las luces funcionan correctamente.
· 
En montaña elegir recorridos sencillos, no experimentéis nuevas rutas de noche si es posible.

 
   ·  Es importante ir equipados con alguna luz extra; en caso de emergencia o avería os será muy útil una linterna de mano o un móvil con aplicación de linterna.
·  Aunque una buena luz en la bici puede ser suficiente, siempre es aconsejable optar por un segundo foco en el casco. Este nos ayudará a iluminar allá donde dirijamos la cabeza y la mirada, sin necesidad de mover la bici.
·  En subida puedes usar el modo de luz intermitente o menos intenso para ahorrar batería.
·  Aseguraos de que el anclaje del faro está bien sujeto a vuestro manillar para que la luz no «baile» o se caiga al pedalear.
· 
Ser más prudentes de lo habitual, especialmente en las bajadas, y recordad que las baterías se agotan… Cuando veáis que los indicadores de autonomía flojean, comenzad la vuelta a casa.

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¿QUÉ ES LA SOMBRA?

La sombra entonces no es más que un lugar donde no llega luz. Se produce cuando un objeto impide el paso de la luz. Cualquier fuente de luz natural como el Sol o el fuego, o una fuente artificial como una linterna o una lámpara pueden producir sombra.
Puedes producir tu sombra con una linterna dentro de casa o salir en un día soleado y observar cómo es.
Cuando el Sol brilla, te ilumina a ti y a todo lo que está a tu alrededor, menos al espacio que ocupa tu cuerpo. Esta parte permanece a oscuras y adquiere tu misma forma. A eso es a lo que llamamos “sombra”.
Cuanto más cerca está la fuente de luz del objeto, mayor es la cantidad de luz que se intercepta (bloquea mucha luz) y mayor es el tamaño de la sombra.
Si está lejos bloquea menos y la sombra es más pequeña.


Si la luz es pequeña y concentrada, la sombra es nítida y definida. Cuando la luz es dispersa o muy grande, la sombra tiene dos partes: una más oscura, llamada umbra, y otra menos negra, la penumbra.
Cuanto mayor es el ángulo entre la dirección de la luz y un objeto alargado que la obstaculice, más corta será su sombra. Cuanto menor sea el ángulo entre la dirección de la luz y la superficie en la que aparece la sombra, más larga será esta.
Cuando una persona u objeto está en contacto con la superficie, por ejemplo, una persona sentada en el suelo, las sombras convergen al punto de contacto.
La sombra se distorsiona de acuerdo a las características de la superficie sobre la que se proyecta.

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 AMANECER.
(Cuento: Néstor Valdivia)
 
Melquiades, estando en su dormitorio, se ha tirado un pedo. El olor le ha recordado que no debe comer frejoles en el mercado modelo; así mismo le recuerda aquellas épocas cuando dormía con su hermano mayor. Se acuerda de él y se pone nostálgico. Los efluvios le han hecho perder la concentración en la imagen de su compañera de clase. La imagen pretendió fijarla con aquel cigarro mágico que le sobró de su última juerga, pero él no le dio tiempo de prenderlo. Sube a la azotea de su casa para respirar aire puro y ya no seguir recordando.
Tiene un dolor estomacal. Su abuela alguna vez le dijo que la mejor manera de eliminar los gases era acostándose de barriga a la cama o, en todo caso, caminar por unos diez minutos; la primera opción ya la descartó por cuestiones obvias. Sus manos frías las introduce en los bolsillos del jean, se encoge de hombros, y comienza a recorrer el perímetro de la azotea; ocho metros de frente y quince de fondo. Vuelve a su mente la imagen de ella; de ella, ingresando al aula; de ella, sonriéndole de manera hipócrita; de ella, saludándolo fríamente; de ella, sentándose delante de él; de ella, recogiéndose el cabello con sus manos blancas; de ella, sujetando su cabello hondeado, castaño oscuro, con un gancho; de ella, hablándole a todo el mundo menos a él; de ella, alejándose cuando él se acerca; de ella, acercándose cuando él se va.
Sigue caminando. Observa una de las ventanas de la casa vecina. Procurando que no lo vean, se agacha; la respiración se le acelera, la cortina está abierta; fuerza la visión, lamenta no haberse puesto los lentes; por fin logra ver algo encima de la cama sin tender, un sostén, un calzón, y otras prendas de vestir de menor importancia para él. Luego de cinco minutos, las piernas se le han entumecido producto de la posición y el frío; sin separar la vista de la ventana, se frota las piernas para calentarlas. Transcurren cinco minutos más, ahora tiene entumecidos los brazos. La esperanza de que la dueña del cuarto ingrese con una diminuta toalla y aún húmeda por el baño, le hacían soportar estas penurias. Diez minutos más, se convence de que nadie entrará y se pone de pie. Sigue caminando.
El frío arrecia y hace que desaparezca la leve rigidez que causó la escena de la ventana. Esta vez pone las manos en los bolsillos de la casaca. En uno de ellos encuentra el porrito; lo saca y comienza a retorcer uno de los extremos. Del otro bolsillo saca el zipo y lo enciende; frunce los labios, aspira fuerte, se concentra; vuelve aspirar, con timidez el humo ingresa a su boca; aspira profundo, el humo en la garganta, en los pulmones, tose; aspira una, dos, tres veces más; con paciencia espera los resultados; una nueva bocanada y el dolor del estómago va desapareciendo al igual que el cigarro entre sus dedos en pinza. Con gran esmero absorbe lo último, se quema la yema de los dedos y deja caer un diminuto pucho amarillento.
Cabeza adormecida, brazos hormigueantes, lengua reseca, sensaciones que nunca quisiera dejar de experimentar. Sube la mirada, el cielo gris y la neblina devorando las covachas del cerro San Cristóbal. Respira profunda y lentamente para hallar aquel delicioso olor que, en otros tiempos, la chimenea de la fábrica de cerveza, vertía en vómitos de vapor hacia el cielo. No lo halla. Vuelve a caminar, esta vez con pasos tímidos. Ella se le acerca y le dice que quiere hablar. Treinta metros. Él la mira directo a los ojos y le dice que le gustaría ir a pasear. Salen de la universidad. Veintiocho metros. Doblan la esquina; mejor vamos a tomar algo. Cruzan a la derecha. Veinticinco metros.
Ingresan al lugar previsto. Veintidós metros. Sienten el tufo de cigarro, alcohol barato y humedad que se pega melosamente en el interior de sus fosas nasales. Veinte metros. Suben al tabladillo, escogen una mesa, no cualquiera, la de siempre. Diecisiete metros. El cantinero ya los conoce, automáticamente coloca en el centro de la mesa una jarra, vaso, cenicero, y lo obvio, una oferta. Dieciséis metros. Ella abre la gaseosa, él el ron, lo mezclan en la jarra, se miran, sonríen; salud por ti, por nosotros. Catorce metros. Se sienten cómodos, casi felices. Doce metros. El alcohol ingresa raspando la garganta, irritándola.


Siete metros. Preparan la segunda jarra, siguen bebiendo. Sobre sus cabezas una ridícula neblina de humo se ha formado. A cada minuto que pasa la música se hace más incomprensible y estridente. Se toman de las manos y se piden disculpa. Se acercan lo suficiente, para rozar los labios, él siente el aliento de ella, ella el de él. Se acercan más, juegan con sus lenguas, en ese instante sienten que el alcohol se a hecho dulce en los labios del compañero. Se acarician y olvidan que están ahí; se aíslan. Ya no suena la música, ha desaparecido el olor que sintieron al entrar. Se sueltan las manos y se vuelven independientes; las de él recorren las piernas de ella, las de ella, que en un inicio acariciaban, ahora guían, él no lo necesita, ya conoce el camino exacto. Sin pudor alguno se tocan en las partes necesarias para causar en el otro, lo que ya sabían que causaba.
Se van tranquilizando. Seis metros. A Melquiades les ha vuelto el frío a las manos. Cinco metros. Ya no hablan. La música, poco a poco, suena más fuerte; regresa el olor propio del lugar. Cuatro metros. Se miran, sonríen. Tres metros. Ella llora, en la mira con extrañeza. Vuelve el dolor de estómago. Dos metros. El efecto de la marihuana va desapareciendo, su abuela alguna vez le dijo que era bueno caminar. Un metro. Ella va desapareciendo en su memoria; la cortina está cerrada, sigue lloviznando. Las hormigas han abandonado su cabeza. Melquiades se encuentra solo en la azotea. Desesperado cierra los ojos, allí está ella con su gancho en el cabello castaño oscuro. Los efectos han desaparecido totalmente; ella ya no está, desaparece. Melquiades, con miedo y temblando, baja presuroso a su cuarto, abre el cajón de su velador, busca, encuentra, y arma rápidamente un nuevo porro, lo prende, aspira lo más que puede. Las hormigas vuelven, la mesa, el ron, la música, la pestilencia. Allí está ella otra vez, y casi llorando le dice, creí que ya no te encontraría, ella le responde, yo nunca estuve aquí, recuerdas, todo ha sido una broma.

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