jueves, 5 de marzo de 2020

NATIVOS AMERICANOS (MÉXICO): IMPERIO AZTECA-FINAL..

NATIVOS DE MESOAMÉRICA.


LA CULTURA AZTECA (Final).

ORGANIZACIÓN MILITAR: LOS GUERREROS AZTECAS.

        El ejército azteca estaba altamente especializado, ampliamente respaldado por la sociedad y el Estado, que no dudaba en destinar grandes recursos a los asuntos militares y no me refiero únicamente a los inherentes al despliegue bélico, sino a la existencia de tribunales castrenses, edificios para sus ritos y reuniones, también buena parte de los productos de lujo que se reservaban para recompensar las hazañas guerreras, además de incluir en el calendario gran cantidad de fiestas relacionadas con el mundo militar. Sin duda, éstas eran las que más predicamento social tenían, porque en ellas el Estado hacía gala de su liberalidad, haciendo partícipe de los triunfos militares a toda la comunidad, en grandiosos espectáculos públicos donde se recompensaba a los mejores guerreros y se le encumbraba a la categoría de héroes.
      Otros recursos del Estado financiaban escuelas militares a las que todos los jóvenes aztecas, nobles o plebeyos, tenían la obligación de asistir. En ellas impartían el entrenamiento necesario para fortalecer el cuerpo, sin descuidar la mente y cuando estaban preparados hacían su primera incursión en el campo de batalla, bajo la supervisión de un guerrero experimentado.
    Primero acarreando los pertrechos y poco a poco interviniendo en las refriegas, hasta labrarse un futuro prometedor a través de la captura de enemigos. El número de prisioneros y si se hacían en solitario o en grupo marcaba el ascenso militar. Los distintos grados, las unidades tácticas, incluso la filiación étnica quedaba definida por el uso distintivo de los trajes, las divisas, las armas y los peinados, todo ello regulado en unas ordenanzas dictadas por Moctezuma. En ellas dejaban claro quién, por qué y en qué circunstancias podía vestir de determinada manera e infringir estas normas se pagaba con la vida, pero antes de disfrutar de estos privilegios los jóvenes aztecas tenían la obligación de asistir a las escuelas, patrocinadas por el Estado, donde aprendían las artes militares.
   Los nobles de más alto rango ingresaban en las prestigiosas sociedades militares que, como tales, tenían sus elementos distintivos. Estaban formadas por la elite militar y disfrutaban de amplísimos privilegios. Para ser miembro había que pasar por ritos y ayunos de extrema dureza, tras los cuales el tlatoani, en celebración solemne, procedía a horadar la nariz de los nuevos miembros y les otorgaba sus armas e insignias características. Estos guerreros no promocionaban más, aunque fueran incrementando el número de cautivos en las guerras y para ser miembros debían apresar a cinco guerreros de las provincias de Atlixco, Huexotzingo o Tliliuhquitépec y si dos de ellos procedían de Atlixco o Huexotzingo era «tenido por terrible y valentíssimo».
       Sus privilegios no acababan en el vestir, sino que disfrutaban de exenciones fiscales, de un lugar específico de reunión llamado quauhcalli o «casa de las águilas», ubicado en el centro ceremonial, de tribunales para juzgar sus asuntos y el tlatoani los distinguía con su amistad. Estas sociedades estaban representadas por animales totémicos que conferían sus cualidades a los guerreros y aunque las más conocidas eran las águilas y jaguares, también existían otras como los coyotes o los admirados otomíes o cuachic que, siendo en extremo valientes, no estaban representados por ningún animal.


TIPOS DE GUERREROS.

Guerrero Cuachic o Rapados.

           Estos guerreros eran los más valientes de la elite azteca por haber «sobrepujado sus hechos y valentías, en número de veinte». Su aspecto era tan feroz que no necesitaban ningún traje especial para inspirar terror en el enemigo. Iban prácticamente desnudos, sin que las inclemencias del tiempo hicieran mella en ellos. Utilizaban peinados y pinturas corporales como distintivo de su pertenencia a esta unidad. 

     Su valor era legendario de tal forma que preferían morir antes que retroceder. Se les encomendaban misiones de alto riesgo como la de internarse en territorio hostil, para obtener información vital para la estrategia del combate y en la batalla cada cuachic debía velar por la vida de tres o cuatro novatos porque se les consideraba «amparo y muralla de los suyos» y eran capaces de permanecer inmóviles, sin comer o beber, varios días para alcanzar su objetivo. A esta orden pertenecían miembros tan prestigiosos como Tlaacahuepan, uno de los hermanos de Moctezuma Xocoyotzin y según Clavijero el mismo tlatoani.

Guerrero águila.

       Sin duda es el guerrero que alimenta el imaginario azteca; sin embargo, es una paradoja comprobar que, a pesar de ello, no es el más representado, quizás la razón se deba a su propia exclusividad ya que sobre la armadura de algodón se ponían un mono recubierto de plumas y éstas eran un producto de lujo muy exclusivo, que sólo algunos privilegiados podían utilizar con permiso real. 
         El traje se acompañaba de un casco con la forma de la cabeza de un águila, por cuyo pico abierto el guerrero mostraba su rostro.


Guerrero Jaguar.

     Junto al guerrero águila el ocelotl o guerrero jaguar es la tipología que más se asocia con la ideología guerrera azteca y como señala Justyna Olko la identificación guerrero-azteca guerrero-jaguar debió estar fuertemente arraigada hasta bien entrado el siglo XVIII, por su representación en documentos de esa época. Este traje aparece en las listas de tributos exigidos a diferentes provincias. Unas veces, confeccionado y otras simplemente las pieles curtidas. Era de cuerpo entero, atado por la espalda y elaborado en algodón, imitando la piel del felino, o con el propio cuero. 

       Los había de distintos colores y, a veces, por su iconografía parecen estar elaborados con plumas. En cualquier caso, los aztecas eran expertos tintoreros y los productos para teñir garantizaban su permanencia tras los lavados. Además del traje completo había otro que se hacía de tiras de piel llamado oceloehuatl que podían usar los plebeyos cuando alcanzaban la máxima categoría militar.


EL FIN DEL IMPERIO AZTECA

    La conquista de Méjico, núcleo central del futuro Virreinato de Nueva España, constituido en 1535 fue encomendada en 1518 a Hernán Cortés (1485-1547) por Diego Velázquez de Cuéllar, gobernador de Cuba. Ya tenían los españoles noticias, gracias a las exploraciones previas realizadas ese mismo año por Juan de Grijalba, del Imperio Azteca.
    Así, con escasos efectivos –unos 400 hombres y algo más de 30 caballos emprende su tarea Cortés, que contó con colaboradores tan importantes como Jerónimo de Aguilar o la india Malinche- doña María-, su fiel intérprete y amante, que concebiría del conquistador a su hijo Martín; la expedición funda Veracruz, donde se constituye un Cabildo que renuncia a cualquier dependencia respecto a Cuba, e inicia el camino hacia el interior, aliándose con tribus hostiles a los aztecas, lo que le generó un elevado número de guerreros que le ayudaron a la conquista de la meseta del Anahuac y la ocupación en noviembre de 1519 de Tenochtitlán, donde el emperador Moctezuma, no así todos sus  caciques, juró obediencia a Carlos I.

   Hostigado por tropas enviadas contra él por el propio gobernador de Cuba, Cortés abandona la ciudad, dejando en su lugar a Pedro de Alvarado, cuya desafortunada gestión es el germen de una dura rebelión indígena, que termina obligando a los españoles –ya fallecido Moctezuma- a abandonar Tenochtitlán en la “Noche Triste” (1 de julio de 1520). La reconquista de aquélla, ahora por una vía plenamente militar, tiene como preámbulo la victoria española en la batalla de Otumba y se culmina con el dominio de la resistencia encabezada por el nuevo emperador, Cuahtemoc, torturado y asesinado por los españoles. Éstos irían anexionando fácilmente los territorios que conformarían Nueva España, de los que Carlos I nombraría gobernador a Cortés en 1522, aunque no tardó en ser reemplazado como máxima autoridad por Nuño de Guzmán, con el cargo de presidente de la Audiencia.
WILKES, J. (1990), Hernán Cortés, conquistador de Méjico, Madrid, Alianza.

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