martes, 6 de octubre de 2020

MOLINOS DE VIENTO - EL NIÑO Y EL CABALLO - EL PASTOR ALEMÁN - EL ZEPPELIN.

MOLINOS DE VIENTO.
 
En el molino de viento se transforma la energía cinética del viento en energía mecánica, que mueve los dispositivos de molienda. El viento actúa sobre unas aspas que van enlazadas a un eje común. La maquinaria es compleja y sencilla al mismo tiempo. El eje de las aspas tiene una rueda llamada catalina, que engrana con el eje vertical mediante la linterna (pueden verse en la foto). A este eje está fijada la piedra volandera, que se mueve sobre la piedra solera, que es inmóvil, y entre ambas pasa el trigo que sale molido.
La cubierta es una compleja estructura que contiene el eje y puede girar sobre un eje vertical, para que las aspas reciban el viento del mejor modo. Se gira a mano mediante un madero, que se fija al suelo una vez orientado. Las ventanillas que hay en la parte superior del molino, permiten al molinero estar al corriente de los cambios de dirección del viento.

Por extensión se conoce también con el nombre de molinos a otros artilugios de forma semejante, no destinados específicamente a moler, sino a generar electricidad (sería un aerogenerador) o bombear el agua.
Los molinos para otros vegetales tienen nombre propio, así la almazara es para la aceituna y el ingenio o trapiche, para la caña de azúcar.

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EL NIÑO Y EL CABALLO.
(CUENTO: Orlando Araujo)
 
En este relato se cuenta la historia de José de Jesús y su potro Canelapura. Ellos crecieron juntos hasta hacerse hombre y caballo.
La historia de José de Jesús y su caballo es narrada por un viejo cuenta cuentos, a un niño que lo escucha bajo la sombra de un árbol, un guamo de alta estatura que, a su vez, se convierte en testigo de todo lo que acontece.
El papá de José de Jesús se llamaba Juan Isidro y fue él quien transmitió a su hijo no sólo el amor por los caballos, sino también las enseñanzas para cuidarlos y para dominar el arte de galopar por esos mundos de Dios.
Decía el abuelo cuenta cuentos que Juan Isidro, el padre de José de Jesús tenía cara de caballo y contaba que, por las noches hasta relinchaba en la oscuridad, tal como si fuera un caballo.
Juan Isidro le decía a su hijo que tenía que darle seguridad al caballo y que todo comenzaba por sobarle el lomo:
Y mientras hablaba y palmeaba al caballo con la mano derecha y por el lado izquierdo, con la otra mano metía pedacitos de papelón entre los dientes. Y poco a poco el potro se iba quedando quietecito.
Juan Isidro todo el tiempo conversaba con su hijo José de Jesús y le advertía sobre lo que tenía que hacer para ganarse la confianza y el afecto de su potro:
Lo que tiene que hacer es no asustarlo-dice a José de Jesús. No haga ningún movimiento que lo supirite. El potrico se va amañando con uno y uno con él. Haga que más nadie se acerque, ni meta la mano. Tiene que ser siempre usté con él y él con usté. No lo canse mucho, pero no lo deje hasta que sean amigos.
Lo mejor de esta historia es que cuando el padre le hablaba al niño, ya José de Jesús demostraba mucha maña en el asunto, porque él antes de oír sus consejos, observaba detenidamente todo lo que hacía el padre en su trabajo de crianza de caballos.
José de Jesús se había encariñado con uno de los potros, al que había domado y con el que cabalgaba acompañando a su padre en los quehaceres, pero un buen día llegó el dueño del caballo y se lo llevó y el niño entonces quedó muy triste y se sentía vacío como si le hubieran arrancado una parte de sí mismo.
Pero esto, en cierta forma era verdad, pues se sentía como si el caballo hubiera muerto. Decía Orlando Araujo que: “La silla quedó en el sillero como un ave muerta y el freno colgaba en la pared como una calavera de caballo”
Pasados unos días, cuando José de Jesús y Juan Isidro regresaban de la faena diaria, Sinforosa, la madre de José de Jesús los esperaba ansiosa pues la Yegua Cartablanca estaba pariendo. Todos corrieron a la caballeriza y acompañaron a la yegua en el parto.
Cundo Jesús se dio cuenta que había nacido un potro, sin mediar palabra previamente con sus padres, gritó con determinación: “¡Ese potrico es mío!”.
Los padres le decían que eso era imposible porque ese potro era del Coronel Vergara, dueño de la hacienda. Juan Isidro se disgustó mucho con la actitud de José de Jesús y lo reprendió severamente, pero José de Jesús insistió en que él mismo lo amansaría.
Efectivamente, José de Jesús crió al potrico e insistía en que nadie se lo iba a quitar. Durante mucho tiempo José de Jesús se dedicó al trabajo del cuidado de los caballos.
Arreaba a los caballos y los soltaba para corrieran en los potreros y se revolcaran patas arriba y comieran pasto y sintieran plena su libertad. Los llevaba a beber agua en el río y hacía todo lo que fuera menester para su crianza y sus cuidados.
Transcurrió el tiempo y pasaron muchas cosas. Murió Juan Isidro, el padre de José de Jesús. Él se convirtió en un hombre fuerte y responsable que amaba lo que hacía. Se forjó en José de Jesús, un indomable espíritu de libertad y por supuesto, aferrado a su corcel, el que creció al calor de sus cuidados y a quien le dio el nombre de Canelapura, haciendo honor a su color.
Jinete y caballo eran inseparables, recorrían la sabana abierta. Galopaban hasta perderse en el horizonte.


Después de muchos años, apareció el coronel dueño de la hacienda y del caballo. José de Jesús y su madre Sinforosa, lucharon para que se hiciera justica y no les quitaran lo que tanto esfuerzo les había costado y aquí José de Jesús demostró mucha astucia y verdadera inteligencia.
José de Jesús logra escapar de la persecución del coronel y de los hombres que le apoyaban y pasado unos días, sorteando muchas dificultades, inicia el camino de regreso para buscar a su mamá.
Hizo su recorrido por las noches cabalgando su querido Corcel, su inseparable Canelapura, atravesó la sabana.
Contaba con el apoyo de cuanto ser de buena voluntad encontró en su camino y con la astucia de quienes viven la vida del campo y padecen las mismas necesidades. Tal como dice el autor, ya casi finalizando esta historia:
Entre mil caminos se dispersa gente, los arrieros cantan al amanecer y los escoteros, ayudantes suyos, silban entreteniendo el camino con aguardiente y chimó.
José de Jesús superó los peligros de la crecida de los ríos y los inconvenientes con la gente. Llegó por fin a la choza donde creció y recibió el amor y la crianza de sus padres. Llamó a la puerta y su madre lo recibió a sabiendas de que tenían que irse, pues la amenaza del coronel rondaba los caminos.
Sinforosa tomó unos cuantos objetos y se montó en el caballo y se abrazó a la cintura de su hijo. José de Jesús le lanzó fuego a la choza y las llamas iluminaron la primera etapa de camino.
“¿A dónde vamos hijo?” preguntó Sinforosa y José de Jesús le respondió: “A buscar el mundo, madre”. Y dicen que, por esos mundos de Dios, van mujer, caballo y hombre, andando caminos, construyendo la vida.

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EL PERRO PASTOR ALEMAN.
 
Los pastores alemanes son una de las razas más fáciles de reconocer del mundo. Su aspecto debe ser el de un perro musculoso y atento, de actitud noble y distante. Son perros ágiles y bien equilibrados que se mueven con orgullo. Sus pelajes pueden presentar varios colores (consulta el estándar de la raza) y están formados por un manto superior duro, áspero y lacio, y un manto inferior grueso. La altura ideal para los machos adultos es de 63 cm y para las hembras, 58 cm. El peso varía de 30 a 36 kg.
 
Origen
Formado a partir de diferentes perros pastores, el pastor alemán se creó originalmente para el pastoreo y su origen puede rastrearse hasta el siglo VII. El pastor alemán se exhibió por primera vez en 1882 y en 1899 se formó el Verein fur Deutsche Schaferhunde, club alemán especializado en esta raza de perros. Fue este club quien se encargó de entrenar al pastor alemán para trabajar con la policía y las fuerzas armadas, lo que salvó a la raza de la extinción durante los tiempos difíciles de principios del siglo XX. Durante la I Guerra Mundial, los alemanes usaron a este perro como mensajero y también para localizar a los heridos. Los soldados aliados admiraban la inteligencia y el valor de estos perros y se los llevaron a casa al terminar la guerra, estableciéndose así la raza en otros países.
 
Personalidad
El pastor alemán desarrollará un vínculo muy estrecho con su amo y querrá pasar con él el mayor tiempo posible. Aunque esta raza necesita mucha atención, lo compensará sobradamente con su actitud de guardián fiel e incorruptible. Por otra parte, si no se dedica tiempo a socializar y a entrenar al pastor alemán, tendrá problemas de seguridad en sí mismo y de indisciplina. Este perro está ansioso por aprender y presta mucha atención; de hecho, demostrará ser un alumno aventajado durante el entrenamiento.
 
Salud
El pastor alemán es propenso a varios problemas, como las enfermedades gastrointestinales, un trastorno estomacal denominado dilatación y torsión gástrica, una enfermedad de la médula espinal y epilepsia. Como muchas otras razas, puede sufrir displasia de codo y cadera (un trastorno de las articulaciones que puede ser doloroso y provocar problemas de movilidad). Por tanto, es importante un examen de la cadera de los perros antes de dedicarlos a la crianza.
 
Ejercicio
El perro joven debe hacer ejercicio con cuidado para evitar daños a largo plazo en las articulaciones, todavía blandas y en formación. Un pastor alemán adulto sano necesitará más de dos horas de ejercicio al día.

Nutrición
Los perros de razas grandes, además de tener un gran apetito, requieren un equilibrio de nutrientes diferente, incluyendo los minerales y las vitaminas, al de los perros de menor tamaño. El pastor alemán puede ser propenso a los problemas de hinchazón y estomacales, cuyo riesgo se reducirá con comidas más pequeñas y frecuentes.
 
Aseo
Necesita un cepillado vigoroso varias veces a la semana para eliminar todo el pelo muerto o suelto. Si es un pastor alemán de pelo largo, también será necesario peinarlo. No necesita cortar el pelo y solo debe bañarse cuando sea necesario. Es un perro que muda pero cuanto más lo cuides, menos mudará.

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EL ZEPPELIN O DIRIGIBLE.
 
En 1900, Von Zeppelin crea su primer dirigible y sobrevuela el Lago Constanza con éxito. En este viaje un total de 5 personas acompañaban al inventor. El trayecto duró exactamente 17 minutos y se recorrieron 6 km.
Las prestaciones de los primeros zeppelines mejoraron con el paso de los años hasta constituir como es el caso del Graf Zeppelin LZ 127, auténticas hazañas memorables. Este modelo en concreto sobrevoló el Océano Atlántico en más de 150 ocasiones, realizó el considerado primer vuelo alrededor del mundo (un viaje de 21 días en el que recorrió más de 34.600 km), además de expediciones en el Ártico, alcanzando en muchas gestas, marcas de 128 horas de vuelo sin tocar el suelo.
En el año 1937, el Graf Zeppelin llevaba acumulados más de 600 vuelos de travesía en los que transportó a más de 18.000 pasajeros. Estos datos optimistas que presagiaban el zeppelin como un medio de transporte totalmente fiable se vieron truncados con el suceso acontecido durante el vuelo de Hindenburg, en el que un dirigible quedó destruido a causa de un incendio mientras aterrizaba en la localidad de Nueva Jersey, lo que ocasionó el fallecimiento de 36 personas.
La amplia cobertura mediática que informó del trágico suceso de Hidenburg aceleró la desconfianza hacia un zeppelin que había costado 500.000 libras y que un año antes (1936) había sobrevolado el estadio de los Juegos Olímpicos de Berlín como muestra de la grandeza del imperio alemán.

A pesar de que en la actualidad es habitual ver zeppelines dirigibles con fines publicitarios sobrevolando eventos multitudinarios, la esencia del dirigible como medio de transporte y carga no se ha vuelto a recuperar. Únicamente el Aeroscraft, una obra de ingeniería mitad dirigible, mitad avión, diseñada por la firma Aeros, ha renovado las ilusiones de los más nostálgicos. En palabras de Igor Pasternak, consejero delegado de la compañía, el Aeroscraft supone el nuevo comienzo de transporte vertical para los próximos 100 años. De momento, tendremos que esperar para ver si se cumplen sus expectativas.

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